domingo, 19 de febrero de 2012

Día 14



Unos tímidos rayos de luz iluminaban la arena fina y blanca de la playa, dando paso al comienzo de un nuevo día. La brisa del mar arremolinaba mi flequillo, ocultando mis curiosos y grandes ojos verdes. Un leve aroma a salitre y tierra mojada que me hacía recordar  tiempos mejores, envolvía la estampa matutina. La guinda del pastel o mejor dicho el lazo de un buen regalo sorpresa, grande, cuadrado y que al agitarlo suena a misterio, incertidumbre y quizás a cartón, era el cuerpo desaliñado y sucio de Elizabeth tumbado en la playa.

Ramírez examinaba con detenimiento el rostro de la muchacha, buscando alguna prueba para entender mejor aquel enigma. Le abrió la boca con dificultad, el rigor mortis ya empezaba a estar presente en el cuerpo de la chica, y miró en su interior. De un pequeño maletín de primeros auxilios sacó unas pinzas largas y metálicas, que utilizó para explorar la cavidad bucal de Elizabeth. Su dentadura blanca e impoluta debido a unas carísimas fundas de porcelana, destacaban en una cara sucia y demacrada. 

-No hay ninguna anomalía en los dientes, lengua o garganta del sujeto.-Dijo Ramírez en alto-. La infección no parece provocar deformidades exteriores y no es detectable a simple vista, salvo por la ausencia del habla según afirman nuestros compañeros del Liberty.

-¿Cuál crees que es el motivo de la perdida del habla?-Preguntó el capitán Bradley que se encontraba a su lado.

-No lo sé, todo parece normal. El examen previo indica que una persona infectada, considerando que esta lo este, puede hablar perfectamente.

-Si está infectada, créanme.-Interrumpió Jared-. Conocía bien a Elizabeth y esa ya no era ella.

-Pues el análisis determina lo contrario y que yo sepa, no existe ningún virus o infección que provoque a los humanos tal nivel de agresividad descrita por usted.-Respondió Ramírez muy molesto.

-Eso era en la tierra, aquí todo es diferente. No notan que los animales están más nerviosos de lo normal, tienen una especial sed de carne y sobretodo por la nuestra.-Intervino John.

-Su opinión no cuenta, no tiene más remedio que justificarse.

-¿Justificarme? Solo hice lo que tenía que hacer.

-¡No lo creo! No creo que fuera necesario matar a esta pobre chica.

-Tranquilo.-Dijo el capitán tratando de tranquilizar a Ramírez-. Si es cierto que los humanos nos infectamos en este planeta, ¿Cómo sucede?-Preguntó tratando de retomar la conversación de la manera más civilizada posible.

-La infección se produce por comer carne de otro animal infectado.-Respondió Jared.

-¿Solo carne? ¿Estas seguro?-Pregunté impaciente. 

-Si.

-¡Miente!-Dije señalándole con el dedo.-Ellos dos no comen nada de este planeta.

-¿Eso es cierto Jared?-Preguntó el capitán Bradley muy serio.

-No estamos seguros de que sea la comida, pero hay otra forma de infectarse.

-¿Qué quiere decir?-Dijo Ramírez muy preocupado ante la situación.

-Desde que supimos que la carne podía transmitir la enfermedad, mi grupo dejó de comerla  y aun así cada cierto tiempo hay alguien que enferma o simplemente desaparece. Puede que toda la comida de este planeta nos haga enfermar, no lo se. Yo por seguridad no pruebo nada, solo como comida de las reservas de las naves.

-¿Y por qué no nos habéis contado esto antes? –Bradley pegó una patada en la arena mojada en señal de enfado.

-Creí que era mejor no preocupar a nadie, ni siquiera los de mi grupo saben lo que pasa realmente. Cuando descubro que una persona tiene los síntomas, ordeno a John que la haga desaparecer.-Jared bajó la vista ante la mirada juiciosa del capitán.

-Voy a realizar la autopsia a esta chica de inmediato, pero antes desearía saber los síntomas para saber que buscar.-Indicó Ramírez.

-Los síntomas son diferentes en cada persona, pero se asemejan a los de una gripe. Lo que es seguro es que cuando una persona tiene fiebre alta, al día siguiente deja de hablar y queda totalmente infectado. Y si me disculpan…- Jared levantó la cabeza y miró fijamente a los ojos a Ramírez de forma desafiante-.  No voy a estar presente en la autopsia.-Hizo un pequeño silencio, miró por última vez el cuerpo sin vida de Elizabeth y marchándose de la playa sin mirar atrás nos dijo-. Era mi hermana.



Ramírez realizó la autopsia lo más detallada posible dentro de sus limitadas posibilidades. A pesar de sus amplios conocimientos en biología y zoología, nada le pareció indicar que aquella chica estuviera enferma, así que no tuvo más remedio que dar el análisis por finalizado, enterrando después el cadáver en la arena con ayuda de John, del capitán Bradley, Dany y mía.

Las tiendas que se habían instalado el día anterior para pasar la noche fueron recogidas a tal velocidad, que en menos de una hora marchábamos de nuevo. La posibilidad de que todos acabáramos infectados en aquel planeta, nos hacía tener la esperanza de que encontraríamos otro campamento procedente de la tierra y que estos nuevos compañeros terráqueos, tuvieran algún piloto experto que supiera descifrar el mensaje que nos dejó Michael antes de morir.

-¡Espera!-dije a Dany mientras me palpaba los bolsillos del pantalón-. Se me han caído las llaves de Michael, mientras enterramos a Elizabeth.

-Déjalas, para lo que nos van a servir.

-Estoy segura de que son importantes. Voy a buscarlas, ahora os alcanzo.-Dije echando a correr hacia la orilla de la playa.

Llegué al punto exacto donde enterramos a la chica y comencé a cavar en la arena. Cuando me quise dar cuenta, el grupo ya no estaba en la playa y una voz me llamaba en la lejanía.

-¡Date prisa María, que ya llevamos un rato solos!

-¿Te has quedado a esperarme?-Pregunté a Dany

-Claro, eso hacen los amigos, ¿no?  Date prisa.

-Tranquilo, creo que ya casi las he encontrado, además los dos tenemos pistolas, no nos pasará nada. –Y seguí rebuscando en la arena.

-María.-Susurró Dany pasados pocos minutos.

-No seas impaciente, que ya casi…

-¡María!

 -Ya casi…

-¡Maríaaaa!

-Ya está, las tengo.-Dije levantando la mirada del suelo.

Al mirar al frente  pude ver el motivo de la impaciencia de mi amigo. A pocos metros de distancia, un tremendo felino, robusto y musculoso, con los ojos de color amarillo oro y orejas redondeadas me observaba. Su pelaje amarillo pálido con manchas en forma de anillos brillaba con el sol y sus patas fuertes dejaban profundos surcos en la arena.

-Es un Jaguar.-Me gritó Dany-. Yo no saldría corriendo.

-Gracias por la información, pero ya imaginaba que salir corriendo no era la mejor solución.-Dije sacando una pistola del bolsillo derecho del pantalón.

Pokito estaba nervioso, así que le ordené permanecer quieto detrás de mí. Levanté la pistola despacio, con suavidad, no quería alterar al animal, le apunté cerrando un ojo y sacando un poco la lengua, concentrándome al máximo en dar al blanco y disparé, pero no le di.

El Jaguar echo a correr y continué disparando, una y otra vez. Un sudor frío me recorría la frente, era demasiado rápido para mi pésima puntería. A cada disparo fallido la preocupación iba en aumento, los latidos de mi corazón se amontonaban como si fueran las oleadas de gente de las que yo huía en tiempos pasados. Sin ni siquiera rozar al félido, terminé con todas las balas del cargador, quedando estupefacta ante mi inminente destino. Lancé el arma en un último y ridículo intento de lastimar al gigantesco animal pero esta cayó a poca distancia de mis pies. Pokito mi fiel perro, olfateó mi miedo y a pesar de mi orden de permanecer sentado detrás de mi, salió en mi defensa con la esperanza de que sus leales y valientes seis kilos de peso pudieran hacer frente a los cien del fiero Jaguar. Era el fin, aunque quien sabe, quizás me convirtiera en una especie de zombi extraterrestre, a esas alturas de la aventura me lo podía esperar todo. Miré una última vez a Pokito, quería recordarle siempre y un ruido de arma me sorprendió. El Jaguar estaba muerto a menos de un metro de mí, un disparo en la cabeza le había interrumpido la vida.

-¿Estas bien? –Me preguntó Dany acercándose a mí, todavía tenía el arma caliente en la mano izquierda.

-¡Le has dado! ¡Me has salvado la vida!-Dije abrazándole-. No sabía que tenías tan buena puntería, un solo disparo y le has dado en la cabeza.

-Bueno, en realidad apunté al cuerpo.-Dijo mirándome de reojo y yo le sonreí-. ¿Podemos irnos ya de aquí?

-Si, tengo el llavero de Michael.-Dije mostrando las llaves a mi amigo.

-¿Esto era tan importante? ¿Por esto casi morimos?-Preguntó Dany mientras cogía el llavero para verlo mejor-. Un par de llaves sin importancia, una tarjeta magnética y un llavero feo de plástico redondo y negro. ¿Es todo?

-Seguro que la tarjeta magnética es la llave que nos va a sacar de aquí.

-¿Estas segura? ¡Uyyy!.-El llavero cayó al suelo, desprendiéndose un pedazo de plástico.

-Me juego la vida por esas llaves y tu las rompes.-Dije molesta.

-No he roto ninguna llave, solo el llavero feo de plástico.-Respondió Dany mientras lo recogía del suelo-. Un momento, ¿qué es esto? 

Dany permaneció callado unos instantes mirando el objeto negro con unos ojos entre el asombro y el miedo.

-Enséñame ya lo que pasa, me estas preocupando.-Le dije nerviosa.

Dany se acercó a mí, con el llavero en la mano, y estirando el brazo me lo entregó temblando. Al ver de cerca el objeto de plástico entendí lo que significaba la mirada de Dany. Al caerse se había desprendido una pequeña tapa de aquel llavero, dejando al descubierto una pantalla digital que contenía una serie de números que iban cambiando consecutivamente. Era una cuenta atrás.

viernes, 3 de febrero de 2012

Día 13



Nos encontrábamos rodeados por los animales hambrientos, en un planeta lejano al nuestro y la única persona que sabía como salir de él, yacía muerta con las tripas por el suelo. Jared arrodillado, aún miraba el cuerpo sin vida del piloto como si esperara que de un momento a otro se despertara y le susurrara el secreto que se había llevado a la tumba. El capitán Bradley acompañado de Ramírez disparaba a los monos evitando así que estos se acercaran más a nosotros.

-¡Jared!-Gritó Bradley-. Necesito saber si hay otra forma de salir del campamento, los animales nos tienen rodeados y han bloqueado la entrada principal. ¡Jared!

Este se levantó rápidamente y miró a su alrededor para hacerse una idea del estado de la situación.

-No hay otra salida, pero tenemos un refugio subterráneo de emergencia. Los animales destruirán el campamento pero es mejor salvar al menos la vida.-Respondió Jared-. Seguidme.

Yo me agaché y rebusqué en los bolsillos del fallecido Michael, mientras mis compañeros corrían hacia el refugio. Por suerte no tardé mucho en encontrar lo que buscaba, sus llaves con la piel de mono. Me deshice de la maloliente piel marrón que colgaba del llavero con ayuda de mi cuchillo y me las guardé en el pantalón, a continuación salí tras mis compañeros corriendo a toda prisa.

Al fondo del campamento oculto en el suelo, había una puerta metálica. Tras abrirla y entrar en el refugio subterráneo descubrimos un habitáculo de unos treinta metros cuadrados. No había donde sentarse, ni tampoco luz, solo unos pequeños rayos que pasaban a través de las rejas de la puerta. Estábamos apretados unos con los otros, como en el metro en hora punta.

Estuvimos allí esperando durante dos largas horas, hasta que los monos se cansaron de destrozar las casitas de madera, de golpear las instalaciones de agua y luz, de masticar la ropa  tendida en cuerdas y de arrancar las plantas del huerto.

-Esos asquerosos animales siempre andan destrozando nuestro campamento.-Dijo un hombre con barba de dos días y pelo cano, el cual siempre acompañaba a Jared.

-¿Os  ha pasado más veces?- Preguntó Dany.

-Claro que si. Por suerte fuimos listos y construimos el refugio, no como vosotros los Europeos que causasteis el fin del mundo.

-No causamos el fin del mundo. Fue la crisis y que yo sepa era una crisis mundial.-Respondí ofendida.

-Pero lo peor no fue la crisis.-El hombre escupió en el suelo dejando un pequeño charco de mocos y flemas-. Lo peor fueron vuestras chorradas Europeas y esa moneda tan fea que teníais. Por más que lo intentasteis nunca pudisteis pareceros a nuestros Estados Unidos-. Y comenzó a tararear su himno.

-Ni escuches a John-.Interrumpió Jared-.Está loco, solo le soporto porque es bueno luchando y me ha salvado la vida muchas veces.

Miré a John para observar su respuesta ante las palabras de su jefe, pero este no parecía ofenderse, simplemente se hurgaba las uñas con un cuchillo negro.

-Será mejor que nos pongamos a reconstruir el campamento antes de que se nos haga de noche.-Indicó Bradley.

-Vosotros quedaros aquí si queréis, pero mis hombres y yo nos vamos hacia el sur.-Dijo Jared.

-¿Qué hay en el sur? –Preguntó el capitán.

-Otro campamento.

-¿Hay más campamentos como este del grupo Liberty?

-No, son de otra compañía. –Respondió Jared.

-¿De que compañía son?-Intervino Ramírez.

-Lo desconozco. Solo sé que algunas naves han aterrizado en la zona sur del planeta. Puede que ellos tengan algún piloto con vida que sepa el secreto de Michael.

-¿Pero porque tanta prisa con salir de aquí? ¿Qué ocurre en este planeta? Pregunté contrariada, pero este no me respondió.

Caminamos durante horas hasta llegar a la playa. La arena era blanca y suave y el mar azul verdoso. A pesar que la arena se nos metía en los zapatos a cada paso que dábamos y que el sol quemaba nuestra piel, decidimos bordear la playa porque parecía ser la opción más segura. No había casi vegetación y los animales no podrían sorprendernos tan fácilmente.

Al caer la noche varios hombres prepararon la cena con las verduras que nos habían quedado del huerto después de que el huracán monos locos arrasara el campamento. Jared se encontraba apartado del grupo acompañado de su fiel amigo John. Ambos comían algo a la tenue luz de la luna. Un reflejo metálico me llamó la atención, así que cogí un plato de verduras y me dirigí hacia ellos. Al acercarme me di cuenta que el reflejo metálico era producido por una latas de comida.

-¿Queréis? –Les ofrecí las verduras.

-No gracias, ya tenemos.-Dijo Jared agachando la cabeza tratando de ignorarme.

-¿Aun os quedan latas de comida?-Pregunté.

-Si.

-¿Por qué no las compartís con los demás?

-Por que no.

-¿No os gustan las verduras?

-No nos gusta la comida de este planeta en general.-Respondió mirándome molesto ante tanta pregunta.

-¿Y eso? -Volví a preguntar tratando de chincharle aún más para que se le escapara algo que no quisiera decir.

-Pues porque no.

-¿Por qué no?

Jared dejó su lata de carne aun lado del suelo y se levantó mirándome muy fijamente. El enfado era patente en las arruguillas que se le habían formado alrededor de los ojos.

-¿Qué quieres?

-Quiero que me digas que es lo que ocurre en este planeta.

-Es mejor que no lo sepas, si te lo digo no podrás dormir por las noches.

-¿Te estas riendo de mi? –Dije molesta-. ¡Quiero que me digas ya que pasa!

Jared se giró, dándome la espalda y comenzó a caminar ignorándome.

-¿Tiene alguna relación el secreto, con que tu nunca comas comida de este planeta?

Este dejó de caminar, quizás había acertado.

-No te va a pasar nada por comerte esas verduras.-Me respondió.

-¿Por qué me tiene que pasar algo?-Pregunté confundida.

Jared volvió a darme la espalda pero esta vez no fui yo la que le interrumpió su caminar, una mujer desaliñada y con el pelo sucio le miraba desde lejos.

-¿Elizabeth, eres tu? Preguntó Jared.

La mujer no respondió pero se acercó un poco a él.

-¿Elizabeth?

 La mujer siguió acercándose hacia él, sin pronunciar una sola palabra.

-¡Elizabeth, por favor háblame!-Gritó Jared alertando a todo el grupo.

Al acercase un poco más pude ver su cara con la tenue luz de la luna, la tenía sucia, como manchada de barro. Debajo del barro se escondía una piel clara y suave, pequeños mechones de pelo rubio enmarcaban una facciones casi perfectas. La muchacha se acercó aún más y entonces pude distinguir el color claro de sus ojos, unos grandes y abiertos ojos. Pero no es lo único que pude distinguir, pues lo que me había parecido hasta entonces barro, se convirtió en sangre oscura y reseca. ¿Qué le había pasado a esa mujer?

-¡Elizabeth!- Chilló Jared casi llorando.

Entonces John que se encontraba al lado de Jared, alertado por los gritos de este, miró el rostro de Elizabeth, y corrió hacia ella como nunca había visto correr a nadie. La mujer al ver a John dirigirse hacia ella, echó a correr a su encuentro. Pero lo que yo esperaba un feliz rencuentro se convirtió en un aterrante suceso. John de forma ágil y rápida, agarró el cuello de Elizabeth con sus manos, mientras esta parecía gruñir enseñando su blanqueada dentadura y realizando un fuerte giro de muñeca, la partió el cuello.