jueves, 28 de marzo de 2013

Día 30





Es increíble como sucede todo, como lo más inesperado e imposible puede apoderarse de nuestras vidas, cambiarlas, darlas forma e incluso aplastarlas, y el tiempo, ese pequeño no sé qué, invisible y sigiloso, que sabemos de su existencia por las agujas del reloj, nos acompaña de la mano, sentenciando nuestro destino, para  que una mañana, al levantarnos, sintamos todo su peso sobre nuestros ojos.

Caminando entre los pequeños arbustos, observé mis botas ennegrecidas y sucias por el barro, y recordé aquellas excursiones entre amigos, las acampadas, las noches ante la hoguera, aquellas reuniones familiares que no parecían acabar nunca o incluso aquellos lunes pillando el metro en hora punta, sobreviviendo a los pisotones, empujones y hasta de los malos olores de una estresada marabunta. Bradley me agarró del brazo para marcarme un nuevo camino y entonces en mi mente aparecieron cientos de imágenes, de recuerdos, todo pasó tan rápido. ¿Cómo pudo desplomarse aquel mundo que con tanto esfuerzo habíamos construido? ¿Era tan descabellado pensar que aquel sistema tan civilizado, o eso nos parecía entonces, pudiera terminarse algún día? Solo pasábamos por un mal momento, una pequeña crisis que poco a poco fue creciendo, engordando y tragándoselo todo a su paso. Nos engañaron con falsas promesas envueltas en mentiras y sucias corrupciones, con palabrerías de carismáticos políticos y de grandes expertos economistas que nos auguraban un pronto final de la crisis, y nosotros les creímos. Bradley me hizo un gesto con la mano y nos agachamos escondiéndonos de un par de infectados que caminaban errantes. Miré el cielo, con aquel sol tan grande y diferente al de la tierra y añoré mi viejo planeta. El tiempo había pasado tan rápido, habían pasado tantas cosas, y perdido a tantos amigos en el camino.

-No creo que aún continúen en la cueva, el plan era salir al amanecer y ya han pasado varias horas de aquello.- Susurré al capitán Bradley.

-Quizás nos estén esperando.- Me respondió.

-Nadie pensó que pudieras seguir con vida después de la explosión y yo me marché sin decirles nada. Si no esperaron por su capitán mucho menos esperaran por una loca que se marcha en mitad de la noche.- Sentencié.

-Puede que lleves razón, pero tenemos que asegurarnos, y si no están, buscaremos la nave nosotros solos.

Pokito olfateó nervioso, girando sus pequeñas y peludas orejas color caramelo en todas direcciones.

-Creo que ocurre algo.- Le dije a Bradley y este paró de inmediato.

-¿Estas segura? ¿Hace tiempo que no vemos infectados?

-Sí, lo estoy, o más bien, lo está él.- Respondí señalando al perro.

Pokito se levantó inquieto y comenzó a gruñir nervioso, girando de un lado para otro.

-Yo no veo a nadie… Dijo Bradley, aunque no pudo terminar su frase, porque en un abrir y cerrar de ojos  nos encontramos rodeados.

El capitán sacó su arma y comenzó a disparar a los monstruos.  Sus movimientos eran rápidos y certeros, y conseguía de un solo balazo deshacerse de ellos, ahorrando tiempo y munición. Yo saqué la mía y traté de imitarle pero por mucho que lo intentará apenas conseguía rozarles.

Los infectados se aproximaban cada vez más a nosotros y no podíamos hacer nada para evitarlo. Tanta prisa por llegar a una cueva para encontrarnos con los nuestros, tantas discusiones por si estarían allí esperándonos o no, para nada. Ya nunca lo sabríamos. Íbamos a morir allí. Habíamos burlado a la muerte demasiadas veces y de esta no escaparíamos.

Los ecos de los disparos resonaban tan fuertes en nuestras oídos, que apenas podíamos escucharnos el uno al otro. Pronto la munición se me terminó y lo disparos del capitán quedaron solos.

-Tres balas.-Gritó Bradley-. Me quedan tres balas, prepárate para usar el cuchillo.- Yo asentí asustada y esperé a que se le terminaran las balas.

Sonó un disparo. Sonó el segundo. Se escuchó un tercero y silencio. Agarré con fuerza la empuñadura de mi arma, dispuesta a usarla hasta mi último latido. Y para mi asombro sonó un cuarto disparo.

Confundida, me giré para tratar de averiguar que ocurría y descubrí cinco siluetas conocidas. Eran nuestros compañeros que habían regresado a buscarnos.

-¿Por qué habéis regresado a por nosotros?- Les pregunté cuando todo volvió a estar tranquilo.

-Solo hemos regresado a por ti, al capitán lo dábamos por muerto, no te ofendas.-Dijo uno de los hombres dando una palmadita en la espalda a Bradley.

-¿A por mí?-Estaba sorprendida.

-Aquí tu amigo.-Indicó otro señalando a un sonriente Dany-. Nos convenció de que teníamos que salir a buscarte porque solamente tú podías poner en marcha la nave. 

-¿Es cierto o nos ha liado tu amigo? –Me preguntó el primer hombre.

Yo vacilé unos instantes-. Dany no os ha mentido. Solamente yo puedo poner en marcha la nave.

Bradley se acercó y me susurró al oído para que solamente yo pudiera escucharle.

-¿Es verdad eso?

-Sí.- Le sonreí y tocándome el vendaje de mi muñeca dije-. Siempre me guardo un as bajo la manga.