Nos encontrábamos en el barracón sur, confinados en largas
filas de literas, apretujadas unas con otras para ahorrar espacio. Mi grupo o
más bien lo que quedaba de él, esperaba con gran nerviosismo lo evidente,
nuestro inminente abandono en aquel planeta. Las puertas cerradas con candados
impedían nuestra huida y que estropeáramos los planes de Oleg.
Después de que descubriéramos, gracias al poco interés
mostrado del jaguar por Ramírez, que los
animales o humanos infectados tenían la capacidad de detectar cuando otro lo
estaba o no lo estaba (seguramente el nervio fantasma era el causante de esta
propiedad y quien sabe de cuantas más) y por consiguiente la manera de
averiguar quien estaba infectado y quien no, pasaron todos los hombres, mujeres
y niños de aquel campamento por las celdas que horas antes Dany y yo habíamos
visitado. Resultó curioso que la mayor cantidad de infectados estuvieran entre
las filas de Oleg y no entre las nuestras, después de todo sus magnificas
medidas de seguridad no eran tan magnificas y casi la mitad de su campamento
estaba infectado mientras que en el nuestro solo lo estaba Ramírez. Al final
habernos mantenido encerrados en jaulas si había sido seguro, pero para
nosotros.
Todos los infectados fueron encerrados en celdas a pesar de
que yo aconsejara que lo más seguro era su eliminación, pero mi amistad con
Oleg ya no era buena y mis consejos no surtían efecto. Mi posición privilegiada
en el campamento por ser la dueña de la única tarjeta electrónica capaz de
poner de nuevo en marcha las naves se había esfumado con la traición de Jared,
al revelar a Oleg el escondite de esta.
A pesar de todo me sentía satisfecha, tanto Dany como yo de
momento estábamos vivos y con los nuestros. Quizás Oleg aun tenía algo de humanidad
y nos había perdonado la vida o tal vez nos dejaba vivir por si nos necesitaba
de nuevo, quien sabe, lo mejor era no pensar en ello.
Éramos pocos no llegamos a diez. Oleg había tenido importantes
bajas en su grupo, varios de sus mejores hombres habían resultado ser
infiltrados y necesitaba a gente para suplir esos puestos. Se había llevado a
los más cualificados, con mayores conocimientos técnicos y experiencia militar
de los nuestros, prometiéndoles un futuro mejor fuera de este infectado planeta
y siempre bajo su mando. Pero unos pocos hombres leales e incapaces de seguir a
un hombre sin principios como Oleg, habían preferido permanecer en nuestro
grupo aunque eso les supusiese la muerte. Entre ellos estaba el capitán
Bradley.
Algo nos hizo levantarnos de nuestras literas, un ruido
fuerte, atronador. Quedamos en silencio, tratando de averiguar que ocurría tras
los finos muros de nuestro barracón. Otro ruido hizo vibrar las paredes y una
especie de lluvia o granizo lo salpicó todo.
-Eso ha sido una bomba.-Exclamó el capitán.
Varios ruidos metálicos hacían chirriar el ambiente.
-¡Las rejas de seguridad!- Chilló alguien.
Un repiqueteo de balas nos alertó aun más, eran demasiadas
balas para ser solo de los hombres de Oleg.
-¡Nos atacan los infectados, María llevaba razón!-Gritó un
hombre flacucho que se movía de forma neurótica entre los pasillos de las
literas.
Otra bomba. Esta la habíamos sentido más fuerte con mayor
intensidad, había sido cerca, muy cerca de nuestros barracones.
El capitán Bradley comenzó a examinar el habitáculo
escrutando cada tornillo, cada barra metálica que formaba la estructura de las
literas hasta que arrojando las mantas al suelo de un tirón, gritó:
-¡Ayudarme! Estas patas están sueltas, creo que podemos
arrancarlas con un poco de fuerza. En breves momentos nos atacaran y
necesitamos armas. ¡Deprisa!
Varios hombres a base de patadas y fuerza bruta desvalijaron
aquella litera junto con el capitán Bradley, para después repartirse los tubos
metálicos y prepararse para la batalla.
Los ruidos se sucedían, unos eran lejanos y otros casi detrás de nuestra puerta. Los
nervios se apoderaron de nosotros. Yo no paraba de caminar, el capitán miraba
frenéticamente cada pared, cada esquina del habitáculo esperando el inminente
ataque o puede que el estallido de una bomba, Dany se abrazaba a Pokito, el
cual no paraba de ladrar por los ruidos y otros simplemente chillaban o
lloraban.
De pronto alguien rascaba tras la puerta. Un ruido de llaves
nos alertó. El tintineo era poco preciso, confuso, hasta tal punto que el juego
de llaves repiqueteó hasta llegar al suelo. Después de varios intentos ese
alguien logró abrir el candado de nuestra puerta. Bradley en silencio hizo
varios movimientos de brazo y los hombres se colocaron en formación triangular
tras la puerta con Bradley a la cabeza. La puerta se abrió. Un hombre
ensangrentado apareció tras ella. Bradley agitó con fuerza su arma pero en el
último momento paró. Había reconocido al hombre, era Oleg.
-¿Oleg? Preguntó el capitán.
-Necesito vuestra ayuda.-Respondió este entrecortadamente.