miércoles, 5 de septiembre de 2012

Día 22




Eran las seis de la mañana cuando me disponía a salir de mi habitación para acudir a la primera reunión del día. Pokito muy alegre me seguía de cerca por el entramado de calles de tierra que formaban el campamento, su nueva libertad le permitía poder acompañarme a cualquier sitio, custodiándome, ayudándome, como siempre había hecho.

La reunión se produciría en la sala médica número doce, una sala médica como cualquier otra sino fuera por la silla y las herramientas de tortura que la habilitaban para lo que ellos llamaban “interrogatorios clínicos”. Al entrar en ella encontré a Ramírez atado de pies y manos en la silla de interrogatorios y a varios hombres de bata blanca colocando sobre una mesa los utensilios a utilizar.

-¡Comencemos! –Dijo Oleg que acababa de entrar por la puerta seguido de cerca por Jared.

Los médicos colocaron a Ramírez una serie de cables alrededor de su cabeza y pulsaron unos cuantos botones activando así la corriente eléctrica.

-Queridísimo Ramírez, todos los aquí presentes sabemos que está infectado así que vayamos al grano, ¿Por qué se hacia pasar por uno de nosotros? ¿Cuál era el motivo?

-No estoy infectado.-Respondió Ramírez.

Oleg levantó una ceja a uno de los médicos y este inmediatamente accionó una pequeña rueda, provocando una descarga eléctrica.

-¿Y bien?

-No estoy infectado.-Susurró Ramírez, provocando otra descarga.

-¿A esto llaman interrogatorio pacifico?-Exclamó el Capitán Bradley que hacía acto de presencia en aquel instante.

-Hola Capitán, creíamos que ya no aparecería.-Sonrió Oleg.

-¿Qué se creen que están haciendo?

-Estamos interrogando al infectado.-Respondió muy serio-.No se preocupe Capitán, que cumpliremos con el protocolo estipulado al cien por cien.

-¡Ya! Lo que me preocupa es vuestro protocolo no el que lo cumpláis al cien por cien.

-Nuestro protocolo, Capitán.-Corrigió Oleg-. Ahora gracias a María el protocolo al igual que el campamento es de todos.-Sonrió, mientras Bradley me dirigía una de sus peores miradas provocándome un gran sentimiento de culpa.

-¿Cómo podemos saber si una persona está infectada sin tener que matarla?-Preguntó Oleg retomando el interrogatorio.

-No lo sé.-Otra descarga.

-Responda.

-No lo sé.-Otra más.

-Díganoslo si no quiere quedar tan churruscado que nadie podrá diferenciar que partes son usted y que partes son sus ropas.

-¡No lo sé!-Gritó.

La descarga fue de tal magnitud que las chispas saltaron hasta mi camisa, dejando en ella un pequeño agujero en la tela.

-¡Paren! No ven que es inútil, Ramírez no está enfermo.-Dijo Bradley muy nervioso.

-Si lo está, tienes que entenderlo. Ese ya no es tu amigo.-Le respondí al verle sufriendo, pero ignoró mis palabras completamente.

-¡Paren! Le van a matar.

-Capitán le noto muy nervioso, será mejor que abandone el interrogatorio.-Ordenó Oleg.

-Yo no me marcho de aquí hasta que soltéis a mi amigo.

-Ese ya no es su amigo.

-¿Por qué? Porque lo dice María.

-Ella ha aportado una serie de pruebas que…

-¿Pruebas?- Interrumpió a Oleg-.Querrá decir mentiras.

-Yo no miento, ¿Por qué motivos iba yo a mentir?-Le respondí ofendida.

-Para ocultar que Dany estaba enfermo.

-Nunca traicionaría a un amigo para salvar a otro. Pensaba que me conocías mejor pero veo que no.

-Lo siento pero no te creo. Demuestra si es que puedes que me equivoco y te creeré.

-Quieres pruebas, está bien yo te daré pruebas.-Dije furiosa. 

Me acerqué a la mesa llena de utensilios para los “interrogatorios” y cogí una especie de varilla metálica diseñada para quemar la piel. La encendí pulsando el interruptor y en pocos instantes su punta se iluminó de un rojo intenso. 

-¿Qué vas hacer?

-Darte su confesión.-Respondí acercándome a la silla de Ramírez.

-Estoy cansada de que mientas.-Aproximé el hierro caliente a su cara amenazantemente-.Confiesa.

-María, estas totalmente equivocada, no estoy infectado.-Me explicó Ramírez.

Deslicé el hierro hacia abajo y se lo coloqué en el hombro, provocando que un humillo negro saliera de él.

-Quiero que confieses.

-No estoy infectado.-Respondió Ramírez entre gritos de dolor.

-¡He dicho que confieses!- Dije apretando un poco más el hierro.

-Solo soy tu amigo Ramírez, nada más.

La rabia se apoderó de mí, provocando que apretara la empuñadura hasta tal punto que el artefacto se hundió por completo atravesando el hombro de Ramírez y chamuscando la silla en la que se apoyaba.

Varios sanitarios me hicieron soltar la empuñadora y de inmediato me apartaron de la silla. El interrogatorio se me había ido un poco de las manos, provocando a Ramírez un pequeño desmayo,  alterándole las constantes vitales peligrosamente.

-Tienes agallas, pero a veces es necesario no matar al sujeto a interrogar si es que quieres que te diga algún tipo de información.-Me dijo Oleg sonriendo.

-El sujeto ha recobrado la consciencia y sus signos vitales se han estabilizado. -Indicó uno de los médicos.

-Gracias, pero le dejaremos descansar un poco antes de retomar el interrogatorio. Nos vemos en dos horas.

-¿No te bastaba con acusar a mi mejor amigo de lo que no es? –Me preguntó el Capitán-. ¿Ahora necesitas matarle personalmente? -Y este abandonó la sala antes de que pudiera responderle.

-¡Ja , ja, ja! Una sonrisa gutural y maligna me hizo acercarme a quien la emitía. Ramírez.

-Eres una chica lista, solo tú podías deducir mi verdadera identidad pero no lo serás tanto cuando te destruya.

-Eso jamás.-Respondí muy seria.

-De momento he conseguido que nadie confíe en ti, no te quedan amigos. Aunque ahora te confiese todos mis magníficos planes nadie te creerá. Estas sola. 

-Quizás, pero tu también estas solo.

-¿Eso crees de verdad? Todo está preparado, pronto llegaran los míos y será vuestro final. Somos muchos y nos hace falta comida.-Dijo Ramírez sonriendo mientras un escalofrió recorría todo mi cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario