jueves, 29 de diciembre de 2011

Día 9



Era aún de noche cuando Samuel, Dany y yo nos encontramos en el pasillo Sur-10 del refugio. La luz roja auxiliar iluminaba siniestramente nuestros rostros y el gruñido de nuestros estómagos vacíos nos recordaba que llevábamos horas sin comer, para ser más exactos desde que nos enteramos que teníamos de menú Adrián en su salsa.

-Decirme que alguno de los dos tiene un plan para salir de este sitio.-Dijo Dany nervioso e impaciente.

-¿Ya no te parece maravilloso el refugio? –Pregunté sarcásticamente a Dany.

-¡Claro que no!, eso de que uno pueda ser el plato principal del día por robar algo al jefe, no me gusta.

-Realmente Adrián no le quitó nada al tal jefe.-Dije mirando de reojo a mis dos compañeros.

-¿Qué quieres decir?-Preguntó Samuel.

-Pues… que con ayuda de Pokito, fui yo la que robó al jefe del refugio y sin querer, cargó con las culpas Adrián.-Dije mostrando el brillante cuchillo en su funda de piel negra.

-¿Adrián ha muerto por tu culpa?- Preguntó Dany.

-¡Por mi culpa no!-Dije ofendida-. La culpa es del jefe que le ha convertido en carne con patatas.

-Al menos no sospechan de ti.-Indicó Samuel.

-Bueno.-Interrumpí-.Puede que Adrián les dijera algo sobre mí. Considerando que solo él y yo estuvimos en la armería, es lógico deducir que la autora del delito fui yo.

-Esto no pinta nada bien, tenemos que huir de aquí.-Dijo Dany mientras rebuscaba algo de un bolsillo interior de su enorme y oscuro abrigo.-No os lo he contado antes porque no me quería ir de aquí, pero ahora que si que quiero, puede que sirva de algo.-Terminó de decir mostrándonos su iPad 4.

-¿Aún conservas eso?-Pregunté asombrada.
 
-Nadie registró mi abrigo o si lo registraron y lo encontraron, no le dieron importancia a un objeto que ya nadie usa.-Respondió Dany subiendo los hombros.

-¿De que nos va a servir el iPad?-Preguntó Samuel.

-Llevo varios días escribiendo en mi blog y actualizando mi perfil.-Dijo Dany mirándonos a los ojos esperando que le entendiéramos.

-Yo pensaba que con el fin del mundo ya no funcionaba internet.

-Un momento… -Interrumpí a Samuel.-Si te has estado conectando a internet es porque tienes Wifi.

-Exacto.-Exclamó Dany.-He encontrado un punto de Wifi, y con este programita que tengo aquí sabremos las coordenadas del lugar que genera la señal. Solo tenemos que ir a la sala donde secan la ropa y desde allí podré calcular las coordenadas.

-Sigo sin entender porque necesitamos saber las coordenadas de un sitio que aún tiene Wifi.-Dijo Samuel.

-Porque esa conexión inalámbrica se llama “pájaro de metal” y creo que con ese nombre.-Dany hizo una pequeña pausa para darle más emoción a sus palabras-. Es donde despegan las misteriosas naves que llevamos tanto tiempo buscando.

-Creo que llevas razón.-Dije a mi amigo.-Es mucha coincidencia que haya una señal con ese nombre y por esta zona. Pero ¿Por qué tenemos que ir a la sala de secado?

-Porque solo tengo señal allí.

Tiré del brazo de Dany y corrí hacia la única sala de todo el refugio, desde donde podíamos conectarnos a la red. Mis amigos me siguieron aunque no entendían mis prisas. Abrí la puerta de la sala y encendí la luz. Multitud de sabanas, pantalones y camisas colgaban en cuerdas, convirtiendo la habitación en una especie de laberinto. Escruté cada palmo de la pared, cada grieta del suelo pero solo encontré unas rejas de acero que daban a una pequeña tubería de ventilación, desde la cual se veía la calle.

-Por aquí no podemos escapar. –Dije muy decepcionada-. Al ser el único lugar de todo el refugio con acceso a internet, pensé que habría una salida oculta o algo así, pero solo hay este diminuto agujero.-Señalé con el dedo índice la tubería. 

-¿Y no podemos romperlo?-Preguntó Dani.

-No creo que podamos y menos sin hacer ruido. –Respondió Samuel  acercándose a la tubería y palpándola con las manos-. Además es demasiado pequeña, no podemos salir por…

La puerta de la habitación de secado se abrió.

-¿Qué hacéis aquí, chicos?- Preguntó la mujer que había entrado por la puerta.

-¡Hola Ángela! Estamos… viendo las instalaciones más a fondo… queríamos familiarizarnos con el refugio ya que vamos a vivir aquí.-Dijo Dany mientras con una mano daba golpecitos en el hombro de Samuel y con la otra trataba de ocultar el iPad.

-¿No te mostré bien el refugio?

-No, digo si. Es que… -Dany se quedó en blanco, balbuceando vocales sin sentido y mirando a cada rincón de la habitación, como si alguna de aquellas sabanas blancas con pelotillas fuera a darle una bonita explicación.

-Fui yo el que insistí.-Intervino Samuel-. Es que no me acordaba bien de la disposición de todas las salas y pasillos, y siempre me perdía, así que pedí a mis dos amigos que me volvieran a enseñar el refugio.

Ángela nos miraba con recelo, escudriñando nuestros rostros para averiguar nuestras autenticas intenciones-. ¿Y tenía que ser tan temprano?

-Es que me daba vergüenza que alguien lo supiera, por eso les pedí que fuera tan temprano.-Dijo Samuel mientras Dany afirmaba con la cabeza.

-Debes saber que en el refugio nadie se va a reír de ti porque tengas un problema.-Dijo Ángela mirando a los ojos marrones de Samuel-. Ahora ir a desayunar, los rastreadores salís en una hora.

Hicimos nuestra ronda diaria de rastreo. No intentamos escapar a pesar de estar fuera del refugio, la magnifica puntería de los guardaespaldas había quedado ya demostrada en dos ocasiones y no queríamos terminar como el lobo o como el fugitivo. A la hora de comer removimos nuestros platos de carne con patatas con el tenedor, pero ninguno se atrevió a probar bocado. Tampoco hablamos, estábamos absortos  en nuestros pensamientos, tratando de encontrar un plan para nuestra huida.

Un ruido de sillas acompañado de un repentino silencio en el comedor nos hizo salir de nuestras reflexiones, y fijarnos en lo que pasaba a nuestro alrededor. El jefe se había acercado a nuestra mesa y nos miraba mientras se retorcía los pelillos del bigote.

-¿Quería algo señor?- Se atrevió a preguntar Samuel.

-Si. Tengo una duda sobre el perro.

-¿Sobre Pokito?- Pregunté muy seria.

-Si. Quiero saber si el perro puede encontrar cualquier cosa.

-Seguramente, pero antes tiene que saber como huele.

-Necesita saber su olor. Ya veo. –El hombre volvió a enrollar su bigote gris-. ¿Y que más sabe hacer el perro? ¿Sabría por ejemplo coger cosas?

Dany y Samuel me miraron nerviosos, esperando que no tuviera alguno de mis ataques de furia.

-¿No le entiendo señor?-Respondí pausadamente.

-¿Si podrías ordenarle que coja algo?

-No sabe hacer eso.-Respondí muy tensa.

-Vamos a verlo. Pide al perro que coja este objeto.-Dijo el hombre colocando en el suelo un cuchillo de similares dimensiones al que yo el día antes había pedido a Pokito que cogiera de la armería. Era tan parecida el arma, que hasta la funda de piel que lo cubría, parecía estar hecha de la misma vaca con la que habían hecho la funda del cuchillo que yo guardaba oculto en mi espalda.

Llamé a Pokito y este se acercó. Acaricié su peluda cabeza, dándole dos toquecitos con la mano y le susurré un “No me falles, chico”. Después señalé el objeto y dije en voz alta para que todos me oyeran:

-Pokito, cógelo.

Pokito se quedó inmóvil en el sitio, mirándome con sus grandes ojos marrones.

-Pídeselo otra vez.-Dijo muy serio el jefe del refugio.

Tragué saliva, Pokito no me había hecho caso la primera vez, pero no sabía que podía pasar si lo volvía a intentar. Señalé de nuevo el objeto y grité. -Pokito, cógelo.- Pero Pokito no se movió.

-Está bien, veo que tu perro no sabe coger cosas, podéis seguir comiendo.-Indicó el hombre.

Yo abracé a mi perro, felicitándolo por su buen trabajo.

-¿Como lo has hecho?-Me susurró al oído Dany.

-Dos toques en la cabeza, significan “estate quieto”, por eso no ha hecho caso a las otras ordenes.-Le respondí en su oreja derecha.

-Mañana quiero que vayáis a mi despacho.-Nos interrumpió desde lejos el jefe-. Tengo que hablar con vosotros de un asunto. Sigo teniendo ciertas dudas y creo que es mejor que las aclaremos a solas.

-Como usted quiera señor.-Dije poniendo cara de inocente, mientras él se acercaba de nuevo a nuestra mesa.

El jefe nos miró a los ojos uno a uno, para después observar nuestros removidos y llenos platos de carne con patatas-. No habéis probado nada, ¿no os gusta? ¿Le pasa algo a la comida? –Preguntó con una cierta sonrisilla maligna. 

-Oh no, la comida está exquisita.-Dije metiéndome a la boca un trozo de carne. Tras masticar y tragar la comida, le sonreí muy amablemente.

El hombre me miró con cara de pocos amigos, dándose media vuelta y saliendo del comedor.

-Tenemos que irnos hoy de aquí.-Dije en cuanto todo se había calmado.

-A mi no se me ha ocurrido nada para escaparnos y ¿a ti?- Me dijo Samuel.

-A mi tampoco. Creo que esta vez no podremos huir.-Dije dando un golpe en la mesa con el puño.

-Yo tengo una idea.-Respondió Dany-. Puede que funcione. Ese guardaespaldas que se ha quedado solo comiendo en aquella mesa, tiene turno de guardia esta noche. Quizás podrías proponerle que quedarais esta noche los dos solos, ya sabes.-Dijo Dany muy rojo.

-¿Quieres que ligue con el guardaespaldas del jefe?-Pregunté asombrada.

-Si, así esta noche con la escusa de la cita, le llevas un vaso de vino con somníferos y cuando se duerma nos escapamos.

Samuel y yo nos miramos, la verdad es que la idea era buena.

-Lo voy a intentar.-Dije levantándome de la mesa.

Caminé por la habitación, esquivando a la gente que se levantaba para repetir de la carne con patatas, hasta llegar a su mesa. Me quedé frente a él, inmóvil hasta que el forzudo armado se dio cuenta de mi presencia.

-Hola.-Le saludé nerviosa.

-Hola.-Me respondió, engullendo otro trozo de comida del plato.

-¿Esta noche tienes guardia, verdad?

-Si.-Siguió comiendo.

-He pensado que podemos quedar, tú y yo juntos, esta noche.

El forzudo paró de comer, mi propuesta le había pillado desprevenido y por sorpresa. Bajó la mirada hacia la mesa y me contestó-. Veras, eres una chica muy guapa pero…

“Pero”, “era una chica muy guapa”, era obvio que me iba a dar calabazas.

 -…pero a mi me gustan más los hombres gorditos.

-¿qué? –dije conmocionada.

-Que me gusta más tu amigo Dany. Pero no se lo digas a nadie.

-¡Ah! Claro no te preocupes, conmigo tu secreto está a salvo. Y en cuanto a Dany, has tenido suerte tú también le gustas. No te preocupes por mí, lo entiendo. Esta noche Dany irá a verte, ¿vale?

El guardaespaldas me sonrió y afirmó con la cabeza.

Por la noche teníamos todo preparado, los dos vasos de vino, los somníferos e incluso a Dany.

-No entiendo porque me toca siempre a mí.- Dijo Dany mientras nos dirigíamos a la puerta principal.

-Porque ha surgido así. Además si solo tienes que darle la copa de vino y ya está. Es fácil.- Dije entregándole las bebidas.-No te confundas con los vasos.

-Seguro que no es tan fácil.-Dijo mientras iba al encuentro de su cita.

Dany entró a una salita en la que se hallaba la puerta principal cerrada y custodiada por el guardaespaldas.

-¡Hola!-Sonrió Dany.

-¡Hola!-Dijo el hombre acercándose hacia él.

-He traído vino.

-¡Oh! Que bien.-El hombre dio un trago y continuó hablando-. Siéntate aquí y ponte cómodo.-Dijo señalando un viejo sofá a cuadros.

Dany se sentó y este a su lado, muy cerca de él.

-Nunca pensé que yo era tu tipo.-Dijo el hombre.

-Yo tampoco, quiero decir, que yo fuera tu tipo.-Carraspeó Dany muy tenso.

-Pero si eres un hombre muy atractivo.-Indicó el guardaespaldas.

-Bebe más vino, bebe.-Dijo Dany, arrimándole la copa.

El fornido hombre volvió a beber vino de su copa, pero no parecía hacerle efecto.

-Son tiempos difíciles y más difícil es aun encontrar a alguien.-Dijo acercándose a Dany.

-Si.-Respondió este alejándose un poco, no tenía nada en contra de los gais, pero que trataran de besarlo eso era otra cosa.  

-Pareces un chico muy tímido.-Dijo el guardaespaldas acercándose de nuevo a él.

Dany se puso tan nervioso que no sabía que hacer. No podía golpearlo para dejarle inconsciente porque era mucho más alto y fuerte que él, y los somníferos no estaban haciendo efecto. ¿Que hacía? Necesitaban escapar esa noche. Solo le quedaba como opción, seguirle la corriente hasta que se durmiera o a sus amigos se les ocurriera algo.

El hombre se aproximó aun más a él, Dany ya no le esquivó, estaba dispuesto a todo por salvar su vida o casi todo. Entonces el hombre se balanceó y tocándose la frente dijo:

-Tengo sueño. –Quedando inmediatamente después totalmente dormido encima de Dany.

-Bien hecho dandi, quiero decir Dany.-Dije a mi amigo riéndome.

-Vámonos de aquí y dejémonos de bromas.-Me respondió quitándose de encima al forzudo.

Abrimos la puerta con mucho cuidado de no hacer ruido pero aun así, en cuanto pisamos la calle corrimos lo más deprisa que pudimos guiados por la aplicación del iPad de Dany.

Cuando solo llevábamos unos diez minutos corriendo, paramos. Un enorme edificio de hormigón protegido por unas vallas metálicas nos hizo detenernos. Dany miró la pantalla de su iPad y dijo:

-Hemos llegado.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Día 8




Aquel día me desperté por el repentino brillo de mi fluorescente, alguien había encendido la luz. Me froté los ojos con las manos y miré hacia la puerta.

-¿Me vas a despertar todos los días personalmente?- Pregunté a Adrián.

-No. Hoy es el último día que te despierto. Cámbiate, te espero fuera.-Me respondió.

Me peiné mi moreno cabello con un pequeño cepillo, me quité el camisón blanco y me puse ropa limpia. En cuanto estuve lista salí, acompañada de Pokito, al encuentro de Adrián. Él me esperaba en el pasillo con una carpeta en la mano.

-Hoy voy a enseñarte en profundidad el refugio. Tienes que decidir la función que vas a realizar porque aquí todos tenemos una función.

-Dirás un trabajo.-Le interrumpí.

-No es un trabajo, es una colaboración entre miembros de este refugio.

-Si, si.-Asentí como si llevara razón, aunque al dejar de mirarme puse cara de desagrado.

-Esto es la lavandería, aquí llega toda la ropa sucia y es lavada a mano, secada y planchada.-Me indicó Adrián.

-Ya pero yo no me veo limpiando la ropa a mano, parece un trabajo muy sucio.

-Está bien,  en ese caso te mostraré la cocina.-Respondió Adrián.

Avanzamos por largos y concurridos pasillos hasta llegar a las enormes cocinas. Grandes cacerolas hervían en los fuegos mientras los atareados cocineros iban de allí para allá secándose el sudor de la frente.

-Para ser cocinero tienes que tener un cierto arte en la cocina. ¿Sabes cocinar? –Me preguntó Adrián.

Yo al ver el sofocante calor y lo estresados que estaban aquellas personas, tratando de preparar a tiempo tal enorme cantidad de alimentos para tantas personas dije:

-Nunca he cocinado.

Aunque era una gran cocinera.

-No te preocupes, encontraras tu lugar en el refugio, todos lo encontramos.-Me dijo muy sonriente.

A continuación me llevó a unas salas llenas de productos de limpieza, fregonas y trapos.

-Creo que de limpiadora tampoco me veo.-Respondí antes de que me dijera nada.

Adrián me miró con detenimiento, hizo un gesto de afirmación con la cabeza y sacó un bolígrafo de su bolsillo derecho. Escribió en su carpeta durante un par de minutos y al finalizar, guardó el bolígrafo y recortó un trozo de papel.

-Aquí tienes.-Dijo el hombre entregándome el papel.

-¿Qué es esto?-Pregunté atónita.

-Es el escrito que indica que a partir de ahora eres rastreadora.

-¿Rastreadora? ¿Por qué?

-Es la única función que queda y por lo que pasó ayer, creo que se te da bien.-Respondió Adrián.

-¿No hay más trabajos disponibles? ¿Qué me dices del tuyo? Me dijiste que eras del mantenimiento.

-Soy encargado del mantenimiento.-Respondió dándose aires de grandeza.-Este trabajo te lo tiene que asignar el jefe del refugio, al igual que la función de protector del refugio y del jefe.

-¿Te refieres a los dos guardaespaldas que tiene?-Pregunté a Adrián.

-No son guardaespaldas, son hombres de confianza. Y lo siento, no hay más funciones, esta comunidad es una comunidad sencilla.

-Está bien, ser rastreador me parece una buena función, peligrosa pero buena función.

-Si está todo bien, puedes ir a desayunar, los rastreadores salen temprano. Yo me quedo que tengo cosas que hacer.

Afirmé con la cabeza y me marché lentamente. Adrián no paró de mirarme, inquieto frente a una puerta cerrada con llave, esperando a que me marchara. Eso me hizo sospechar que detrás de aquella puerta había algo importante y que no quería que yo lo viera, así que me oculté en uno de los pasillos y esperé a oír el ruido de las llaves, para hacer otra vez acto de presencia.

-Se me olvidaba…-Dije tratando de disimular mi repentina aparición.

-¿Qué, que haces aquí?- Tartamudeó Adrián ante mi inesperada visita.

-Se me había olvidado preguntarte que….-Pero lo que había en aquella habitación me hizo interrumpir mi falsa explicación.- … ¡Ala! Que de armas. ¿No erais una comunidad pacífica?

La sala estaba abarrotada de pistolas, cuchillos, escopetas y bombas. Lo que tenían la pacífica y tranquila comunidad llamada el refugio escondido entre aquellas cuatro paredes, era todo un arsenal.

-Somos una comunidad pacífica, tenemos prohibido el uso de armas. Estas son solo para el uso del jefe y sus hombres de confianza.-Respondió nervioso Adrián.

-Si que necesita armas tu jefe.- Dije adentrándome en la sala y cogiendo un cuchillo que estaba  guardado en una bonita funda de cuero negra.- ¿No creo que importe que me quede con un pequeño cuchillito de estos? Es solo para defenderme en los rastreos.

-Ni hablar. Estas armas son del jefe, si alguien coge algo de aquí se enfadaría mucho. Además tú no debes estar aquí. ¡Deja ahora mismo ese cuchillo, quiero verte como lo dejas! -Dijo el hombre muy enfadado.

-Ya dejo el cuchillo, no te enfades, solo era una pregunta, si no puedo tener armas lo entiendo. Si soy una buena chica, ¿verdad Pokito? -Dije colocándola en el suelo junto con otras armas de mayor tamaño, asegurándome de dar dos pequeños toquecitos al cuchillo para que mi perro entendiera que era lo que quería que cogiera.

-Ahora márchate.-Me indicó Adrián todavía molesto.

-Espera, quería preguntarte ¿si he de informar a alguien más de mi nuevo oficio como rastreadora o si debo entregarle a alguien este papel?-Dije distrayendo al hombre mientras mi leal Pokito cogía el cuchillo con la boca y se marchaba de aquel pasillo sigilosamente.

-No, no tienes que entregar ese papel a nadie, es solo para ti. Y yo ya me encargo de informar de que tu función es la de rastreadora.

-Gracias.-Respondí marchándome lo más deprisa que pude.

Al girar a la derecha por aquel largo pasillo, me encontré con Pokito, el cual me esperaba con mi nueva y brillante arma.

-Buen chico, eres un buen chico.-Dije a Pokito mientras me la escondía en el pantalón.

Tras aquel pequeño hurto me dirigí al comedor a desayunar.

-Soy rastreadora.-Dije al ver a mis dos amigos.

-Nosotros también.-Me respondió Samuel.

-Bueno, así si queremos huir de aquí será más fácil.-Dije mientras me comía unos deliciosos y grasientos trozos de beicon. -¿sabéis algo nuevo del temblor de ayer?

-Yo le he preguntado a Ángela.-Me informó Dany-. Es el segundo temblor de tierra que tienen, el otro fue hace una semana más o menos.

-Lo imaginaba.-Dije rascándome la cabeza.

-¿El que te imaginabas?-Preguntó Samuel intrigado.

-Hace una semana hubo un temblor acompañado de una fuerte luz, ¿recuerdas?

-¿Crees que ha habido otro despegue?

-Si, creo que ha salido otro cohete. Y como el segundo temblor ha sido mucho más fuerte que el anterior, creo que estamos muy cerca.-Dije mirando a mis dos amigos entusiasmada.

-Yo no me quiero ir de aquí.-Interrumpió Dany.-No sabemos que es ese cohete, puede que no tenga importancia, que no sea nada y aquí se está muy bien.

-Quédate si quieres, yo en cambio deseo saber que es ese maldito cohete.

-¡Rastreadores!-Dijo Nicolás interrumpiendo nuestra secreta conversación-. Es hora de salir.

Antes de irnos fuimos a lavandería, allí a los rastreadores nos daban ropa de abrigo y botas especiales para el barro. Una vez bien abrigados con bufandas, guantes y gorros, cruzamos por el pasillo principal para poder llagar a la salida del refugio. Por el camino nos cruzamos con el jefe y uno de los guardaespaldas que arrastraban a Adrián por el pasillo.

-¡Yo no lo he robado! ¡No fui yo! ¡Créame señor! ¡Yo no he cogido su arma favorita!

El tal jefe y el hombre fornido se lo llevaron de allí sin mediar palabra con el aterrorizado Adrián. Yo me agarré el cuchillo que escondía en mi espalda. 

Estuvimos horas buscando entre escombros e inspeccionando todas las casas de un pueblo cercano. Encontramos ropa, cacerolas e incluso papel higiénico, mientras uno de los hombres de confianza del jefe nos vigilaba de cerca con una escopeta entre sus manos.

-¿Por qué nos vigila armado?-Pregunté a Nicolás.

-No nos vigila, nos está protegiendo. Recuerda que ayer te salvó la vida.-Me respondió.

-Pues yo creo que nos vigila para que no nos escapemos.-Susurré a Samuel a la oreja.

Cuando ya casi habíamos terminado la ronda, a uno de los rastreadores se le rompió la bolsa de tela en la que guardaba los objetos que habíamos encontrado, cayéndosele todo su contenido.

-¡Ahora está todo por el suelo! ¡Es todo culpa tuya!-Gritó el hombre.

-¿Por qué va a ser mi culpa? ¡Es culpa tuya, no sabes llevar la bolsa!- Respondió el compañero que tenía a su lado.

-¡Es tu culpa! Deberías llevar más cosas en tu bolsa y no todo en la mía, pero como eres un vago.

-No soy un vago…

-Señores, cálmense.-Intervino en la acalorada pelea el guardaespaldas.

-Ahora es el mejor momento para huir, el esbirro del jefe está distraído.-Susurré a mis amigos.

-Estas loca. No podemos irnos. –Dijo Dany.

-Si no queréis venir lo entenderé, yo me marcho.

-Piénsatelo mejor, el jefe dijo que nos podíamos ir cuando quisiéramos. ¿No lo recuerdas?-Me dijo Samuel.

-Eso es mentira, estamos recluidos. Por eso siempre nos acompaña un hombre armado. Yo me voy ahora. Adiós.

Pero justo cuando iba a echar a correr, otra persona del grupo tuvo la misma idea, distrayéndome de mi fuga. El hombrecillo corría despavorido, aterrorizado y sin mirar atrás. Fue entonces, cuando el hombre armado se percató de su huida, agarró la escopeta y disparó sin compasión un único pero certero disparo, dejando al fugado tirado en el suelo muerto. Había tenido suerte, ese hombre se me había adelantado.

Por la noche en la cena los tres comíamos en silencio hasta que un  nervioso Dany no pudo evitar preguntar:

-¿Entonces estamos atrapados aquí, no podemos irnos aunque quisiéramos?

-¿Quisiéramos? ¿Es que aún quieres estar aquí?-Pregunté a Dany.

-Si, se está bien, aquí hay comida caliente.

-No tienes remedio.-Dije mientras removía con el tenedor la carne con patatas.

En ese momento, removiendo la carne de mi plato, descubrí el más oscuro y tenebroso secreto del refugio entre los muchos que ya había descubierto. En un pequeño trozo de carne, vi una extraña marca que me era familiar, era… no podía ser. Cogí el trozo de carne y miré en el plato de Dany, tocando su comida con la mano.

-¿Qué hacer ahora?-Dijo molesto Dany.- Que estés enfadada conmigo no te da derecho a guarrear con mi comida.

-¡Aquí está! -Dije cogiendo un trozo de carne similar al mio.

Comprobé lo que no quería creer, al unir los dos trozos pude ver una pequeña cruz negra y torcida.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Día 7




-¿Qué es este lugar?-Pregunté mientras miraba a mi alrededor.

-Enhorabuena has llegado a tu destino final. Ya puedes descansar, aquí estarás segura.-Me dijo una voz.

-¿He llegado entonces al sitio donde despegó el cohete?

-No, es aún mejor. En este sitio no te tendrás que preocupar por nada, estarás siempre a salvo.

-No lo entiendo.-Respondí.-Si en todos los sitios reina el caos, el peligro y la muerte, ¿dónde estoy? 

-No te puedo decir donde estas, este sitio no tiene nombre. –La voz hizo una pequeña pausa y continuó hablando-. Tienes gente que te estaba esperando. ¿Quieres verla?

-¿Qué gente?-Pregunté confundida.

-Tu familia.

-Debes haberte equivocado, toda mi familia está muerta.  ¿Cómo puede ser que ahora pueda verla?

-Porque tú también estas muerta. –Me respondió la voz.

Me desperté repentinamente de mi sueño o tal vez de mi pesadilla, no sabría decir. Me incorporé y abrí los ojos. Una luz intensa hizo que los entornara, hasta que estos se adaptaron a la luminosidad de aquel lugar. Fue entonces cuando Pokito saltó a mis piernas lamiéndome la cara y moviendo con euforia su bonito pompón blanco y beis que era su cola.

-Está muy contento de verte despierta.-Dijo una voz que no me era familiar.

Miré a mí alrededor, me hallaba en una habitación blanca, iluminada con un fluorescente. En ella había un pequeño baúl metálico, la cama en la que yo estaba sentada junto a Pokito, una mesilla con un vaso de cristal lleno de agua y al fondo sentado en un sillón, un hombre con barba.

-¿Quién eres?-Pregunté nerviosa mientras me levantaba de la cama.

-No deberías levantarte tan deprisa, podrías marearte, llevas un día inconsciente.-Me indicó el hombre.

-Estoy bien.-Dije sujetándome con una mano en la pared.- ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¡Responde!

-Es normal que estés asustada, ahora el mundo no es seguro y uno no puede fiarse de nadie. ¿Verdad perrito?- Dijo mientras acariciaba a Pokito, el cual se había acercado al desconocido como si fuera un amigo.

-Pokito ven aquí.-Llamé a mi perro mientras me volvía a sentar en la cama, estaba un poco mareada.

-Si fuera peligroso, estoy seguro que ya me hubiera mordido, es muy listo, fue el único de tu grupo que no bebió el agua contaminada.

El hombre se levantó del sillón, cogió el vaso de agua y me lo dio. -Bebe, te sentará bien.-Y el extraño se sentó en la cama a mi lado. 

Llevaba una camiseta de manga corta dejando al descubierto un raro tatuaje que consistía en cuatro cruces negras y mal dibujadas.

-Son cruces, simbolizan las personas que más he querido. –Dijo el hombre al ver que le miraba su extraño tatuaje.-Así las llevo siempre conmigo, aunque no estén. Sé que su forma es diferente y llama la atención. Me lo hice yo mismo, por eso las cruces están tan torcidas.-Terminó de decir, bajando la cabeza un poco triste.

-Te entiendo, también perdí a mi familia. Y no creo que importe que el tatuaje esté un poco… retorcido, lo importante es lo que representa.

El hombre levantó la cabeza, me miró y dijo:

-Tú  y tus dos amigos bebisteis de una fuente a las afueras del pueblo y el agua estaba en mal estado. Por suerte os encontramos cuando hacíamos la ronda diaria de rastreo. Te encuentras en el refugio. Me llamo Adrián y soy el encargado del mantenimiento.

-¿Y qué queréis de nosotros? ¿Por qué nos retenéis?

-No os retenemos, sois libres de iros, solo os hemos ayudado. Somos una comunidad pacífica. Y ahora si me acompañas, podrás comer algo y reunirte con tus dos compañeros. Ahí tienes ropa limpia, puedes cambiarte, te espero fuera.

Adrián salió por la puerta, dejándome sola con Pokito. No me fiaba de él, ni me gustaba aquel lugar, si algo me habían enseñado es que nadie regala nada y mucho menos en el fin del mundo, pero la ropa limpia olía bien y tenía hambre, así que me cambie y le seguí la corriente.

Me llevó por largos pasillos llenos de puertas, algunas estaban abiertas y pude comprobar que eran habitaciones idénticas a la mía. Nos cruzamos con hasta doce personas, hombres y mujeres de diferentes edades. Adrián las saludo a todas por sus nombres cordialmente y estos le devolvieron los saludos con una enorme sonrisa. Los pasillos estaban bien iluminados con fluorescentes semejantes a los de la habitación y las estancias estaban limpias y ordenadas. Pero no pude ver ni una sola ventana.

Llegamos a una sala grande, en ella había mesas rectangulares y bancos donde sentarse. Al fondo en una mesa llena de cacerolas, vasos y cubiertos, una mujer de pelo rizado con un gorro blanco, repartía comida a una fila de gente.

-¡María! -Me llamaron de uno de los bancos del fondo. Eran Samuel y Dany.

-Puedes reunirte con ellos, ya hablaremos más tarde.

Me senté con Dany y Samuel a comer un plato de comida que amablemente la mujer del gorro blanco me había servido. Tenía muy buena pinta, estaba caliente y lo más importante, era:

-¡Carne! Tienen carne para comer.-Dije a mis amigos.- ¿No se había acabado toda? 

-Por lo visto su jefe va a cazar de vez en cuando. ¡Mmm! Está buenísima.-Dijo Dany tras saborear un trozo de la jugosa carne.

-Sabe demasiado bien, no recuerdo nada tan bueno.- Exclamó Samuel.

-¿Qué tipo de carne es? –Dije probándola.

-Qué más da, como si es de perro, está bueno. -Samuel y yo le miramos-. ¿Qué? Hace mucho que no comía comida recién preparada, estaba harto de las latas.-Seguíamos mirándole-. Lo siento, Pokito.-Dijo Dany mirando al perro.

-Han sido demasiado amables, me han dado ropa, me han curado la brecha de la frente, nos dan comida. ¿No os parece raro?-Pregunté a mis amigos.

-A mí me han vendado el brazo roto.-Dany levantó el brazo mostrándome su vendaje.

-Y no sabes lo mejor, su jefe es casi como un dios para ellos, dicen que es su salvador.-Explicó  Samuel levantando una ceja.

-Sí, parece un tío majo.

-¿Lo conoces?-Preguntamos a Dany.

-No, pero Ángela me ha contado la historia.

-¿Ángela? –Pregunté.

-Es la chica que me recibió al despertarme de lo del agua contaminada.-Comió un poco más de carne y continuó-. Por lo visto este es un antiguo refugio antibombas y el jefe lo habilitó como el refugio que es ahora, recogiendo a gente que lo necesitara y formando esta comunidad pacífica. Además el jefe no cree en el fin del mundo, piensa que solo es una mala racha y que únicamente los que estén viviendo pacíficamente en comunidades como esta, se salvaran. Y algún día todo volverá a ir bien porque habremos quedado  los mejores, los buenos.

-¿Tú te oyes? ¡Esto es una secta!

-No es una secta.-Nos miró Dany-.Bueno puede que un poco, pero hay comida, es seguro, que importa que sea una secta.

-Sí importa, tenemos que irnos de aquí, estos sitios nunca acaban bien.-Dije nerviosa.

-¡Yo no quiero irme! Además aquí hay chicas.-Respondió Dany.

-¿Y yo que soy entonces?

-Tú no cuentas, tu eres…

-Lo que quiere decir Dany.-Interrumpió Samuel, evitando que continuara la pelea-. Es que en este sitio se está bien y que podemos quedarnos un período hasta que repongamos fuerzas, siempre habrá tiempo de irse, ¿no crees María?

-Vale, pero en cuanto veamos algo raro nos vamos.

Nuestra conversación fue interrumpida por el ruido de las sillas al ser arrastradas por el suelo. Las personas de la sala se habían levantado. Por la puerta del comedor entró un hombre alto, bien parecido, acompañado por otros dos hombres armados y muy fornidos. Tratamos de levantarnos para no llamar la atención pero el hombre alto ya nos había visto.

-¿Vosotros debéis ser los nuevos?

-Si señor.-Dijo Dany.

-Bienvenidos, nos alegramos de que forméis parte de nuestra comunidad.-El hombre se dio cuenta de la presencia de Pokito y exclamó-. ¡Y veo que ahora tenemos un perro!

-Es mi perro, se llama Pokito.-Dije muy seria, no me fiaba nada de aquel hombre.

-Dirás nuestro perro, en esta comunidad todo es de todos.

-No estamos seguros de que nos vayamos a quedar mucho tiempo y perdone que le contradiga, pero el perro es mío.

Dany y Samuel me miraron con ojos asesinos. Se que mi contestación no había sido muy cordial pero Pokito era mi perro y además no me gustaba ni aquella comunidad, ni su jefe.

-Sois libres de iros, no retenemos a nadie, pero creo que no hay ningún lugar mejor que este. 

-Yo creo que…

Samuel me interrumpió.-Gracias señor, por su oferta, de momento nos quedaremos ¿si le parece bien?

El jefe de la comunidad me miró con recelo, después miró a su alrededor, todo el mundo en la sala le observaba esperando su respuesta, dio unos pasos para acercarse a nosotros y dijo:

-Podéis quedaros el tiempo que queráis, sois bien recibidos en nuestra comunidad.

El hombre alto junto con sus dos guardaespaldas se retiró a una mesa de la pared del fondo a comer. Nosotros continuamos hablando.

-¿Estás loca?-Susurró Dany- Para unas personas simpáticas que conocemos, tú vas y las ofendes ¿Quieres que nos vuelvan a encerrar en una celda para torturarnos como los locos de la base militar? Yo no pienso volver a comerme ninguna cucaracha esta vez.

-Tienes que tener más cuidado.-Me reprendió Samuel.

-Lleváis razón, quizás me he pasado un poco, os prometo portarme mejor, es que…

Pero volvimos a ser interrumpidos, esta vez por un grupo de gente que entraba por la puerta del comedor muy agitada.

-Sentimos molestarle señor.-Dijo un hombre bajito y muy delgado al jefe del refugio-.En el rastreo de hoy hemos tenido un problema.

El jefe se giró para mirar al hombre delgado y dijo:

-Dime cual es el problema.

 -¡Es mi hija señor, mi querida hija!-Gritó una mujer llorando desconsolada, arrodillándose y abrazando las piernas del jefe.

-Cálmate mujer y dime lo ocurrido.

-Ha desaparecido, se ha perdido durante el rastreo y no la han encontrado. ¡Mi querida hija!. Solo tiene doce años, señor. Por favor, ayúdela.

-Mañana que salga otro grupo de rastreo y que la busquen.-Y el hombre se giró para continuar comiendo.

-Pero señor, no iba bien abrigada y hay animales salvajes por esta zona, mañana puede ser tarde, por favor señor, haga algo hoy.-Imploró la mujer.

-Sabes que salir noche está prohibido. Está en nuestro reglamento, es una de las primeras normas. Mañana se buscará a tu hija.

-Perdóneme señor.-Interrumpió el hombre bajito-. ¿Y si salimos un grupo de rastreadores ahora y regresamos antes del anochecer?

El jefe se puso de pie y se colocó en el centro de la sala para dirigirse a todos los presentes.

-Salir ahora no está prohibido, es cierto, pero es muy peligroso. En estas horas del día es habitual encontrarse con maleantes, bandidos e incluso algún miembro de la base militar. Eso sin contar con los animales salvajes de la zona que salen a cazar.-Hizo una pausa para mirar a los ojos asustados de cada uno de los asistentes y continuó-. Si alguien está dispuesto a jugarse la vida y salir a buscar a la niña perdida que levante la mano, pero no es obligatorio y entenderé que nadie se ofrezca.

Solo levantó la mano el hombre delgado y la madre de la niña.

-Lo siento mujer, pero tú no puedes salir, eres lavandera, no rastreadora. No tienes conocimientos sobre el rastreo de la zona y solo serias una molestia. ¿Alguien más se ofrece?-Preguntó mirando al resto de la sala-. ¿Nadie?

La gente miraba hacia abajo avergonzada por no querer ayudar a una niña de doce años.

-Lo siento, la búsqueda será mañana. Aunque fuera uno de mis dos leales hombres, solo seríais dos.-Dijo el jefe al hombre bajito.

-Yo me ofrezco.-Dije en voz alta.

-Te agradecemos tu oferta pero no eres rastreadora.-Respondió el jefe dándome la espalda.

-Perdone que discrepe, pero sí que lo soy. Mis amigos y yo venimos desde muy lejos, nunca nos hemos perdido y también hemos sabido salir con vida de varios problemillas con los que nos hemos cruzado.

-Ya, puede que si sepáis rastrear pero incluso con uno de mis hombres.-Dijo el jefe señalando a sus guardaespaldas.-Seriáis solo tres.

-Yo también me ofrezco.-Gritó Samuel.

La gente de la sala empezó a murmurar asombrada y el jefe del refugio tuvo que mandar callar.

-Los nuevos sois gente valiente, eso me agrada. ¿Algún ofrecimiento más?-Preguntó mirando a Dany.

La sala entera miró a Dany expectante. 

-Ah! Yo es que estoy herido.-Dijo levantando el brazo vendado-. Si no, me hubiera ofrecido el primero.

-Ya veo.-El jefe se giró y comenzó a pasear por la sala pensativo-.Entonces serían Nicolás, mi hombre de confianza, John y los dos nuevos miembros de la comunidad. Cuatro personas para encontrar a una niña en tan solo dos horas. Creo que será imposible pero si estáis seguros de que queréis ir, por mí no hay ninguna objeción.

-Seremos cinco.-Interrumpí al tal jefe-. Mi perro, quiero decir, nuestro perro también vendrá y creo que es el miembro que mejor sabe rastrear de todos.

-Está bien, salir ya y en dos horas volver, aunque no deis con la niña. Es una orden.-Dijo el jefe muy molesto.

Partimos los cinco de inmediato. Subimos por unas escaleras muy pronunciadas hasta llegar a la puerta exterior del refugio. Era una puerta oculta en una vieja librería de una casa en ruinas, de la que solo quedaban en pie algunas paredes. Al salir al exterior de la casa vimos el pueblo o lo que quedaba de él. Una maraña de paredes rotas y escombros nos rodeaban por doquier. El aspecto del pueblo era bastante parecido al de la base militar. Cogí una camiseta blanca que la madre de la niña me había dado momentos antes de salir del refugio y se la dejé a Pokito para que la oliera. El perro olfateó la prenda un par de minutos y comenzó a andar en dirección al bosque. Le seguimos esperanzados de que mi fiel perro me ayudara una vez más. Pokito caminó sin pausa pero sin prisa siguiendo el rastro de la niña por la espesura del bosque, hasta llegar a un claro en el que había un viejo sofá con restos de basura y en el cual comenzó a andar aún más deprisa. Yo le seguí de cerca, acelerando mi paso hasta llegar a correr, dejando a los demás miembros del grupo atrás. En pocos minutos Pokito dio con un hoyo grande y sin pensarlo, se deslizó por él hasta llegar a una asustada y helada niña.

-No te asustes, hemos venido a llevarte con tu mamá.-Dije bajando por el hoyo.

-No vi el agujero y me caí por él.-Me respondió la niña mientras me acercaba a ella.

-¿Te duele algo?

-El tobillo, me he torcido el tobillo y no me puedo levantar.

-No te preocupes, en cuanto llegue el resto del grupo te sacaremos de…

El gruñido de mi perro me alertó, Pokito no se ponía así si no era por un buen motivo, así que giré la cabeza para mirar hacia él. Un lobo nos acechaba desde lo alto del hoyo. El animal comenzó a bajar lentamente hasta ponerse a nuestra altura. Yo miré a mí alrededor, el grupo ya tenía que estar allí. ¿Y si nos habíamos separado demasiado y ahora no nos encontraban?

-¡Fuera!-Grité al animal, lanzándole piedras para ahuyentarlo. No lo logré.

El animal se acercó más a nosotros, esta vez enseñando sus afilados dientes. Pokito avanzó para tratar de hacerle frente, enseñando sus pequeños pero afilados colmillos. Me puse en pie y continué arrojándole palos y piedras, pero el animal tenía hambre y no se iba a marchar de allí sin devorarnos, empezando por mi fiel Pokito, que solo era una tercera parte del tamaño del lobo. Pokito echó a correr, estaba decidido, iba a tratar de hacer frente al animal que quería hacer daño a su dueña, aunque eso le costara la vida. Yo le llamé desesperada, no quería perder a mi mejor amigo, pero Pokito no paró. Continuó corriendo para luchar con el enorme lobo.

¡Pokito!-Grité.

Un ruido ensordecedor hizo que los pájaros de los arboles echaran a volar asustados, levantando ruido y tirando hojas a mi alrededor. Después, el silencio se apoderó del bosque. Un charco de sangre se divisaba al frente y en él, yacía el cuerpo sin vida del lobo. Un certero disparo le había derribado en el último momento, evitando que Pokito fuera herido por el rabioso animal. Miré conmocionada hacia arriba y allí, John el fornido guardaespaldas del jefe, sujetaba un rifle, acompañado de Nicolás y Samuel.

Regresamos a casa a la hora indicada. Fuimos recibidos como héroes y Pokito fue acariciado por todos y premiado con un suculento plato de comida. A pesar del peligro que habíamos vuelto a correr, estábamos satisfechos, una niña volvía a sonreír junto a su madre.

-¿Por qué os ofrecisteis a la búsqueda si era peligroso?-Nos preguntó Dany durante la cena.

-No lo sé.-Respondí a Dany-.Me dio pena la madre.

-¿Y tú Samu?

-Yo solo seguí a María.-Respondió Samuel levantando los hombros.

-Estáis los dos locos, como…

Un temblor agitó las mesas, los platos y los vasos de cristal se precipitaron al suelo. Nos refugiamos bajo las mesas de madera, asustados, parecía que el techo y las paredes del refugio se iban a desplomar en cualquier momento. Algunos comenzaron a gritar, otros corrían tratando de huir. El fornido guardaespaldas que acompañaba al jefe en la cena se abalanzó sobre él, protegiéndole con su cuerpo. Tras cinco interminables minutos el temblor paró. La gente volvió a tranquilizarse y salió de debajo de las mesas sacudiéndose la comida de la ropa. Un hombre entró con prisa a la sala, era el otro guardaespaldas que había estado haciendo su guardia en la puerta exterior del refugio. Se acercó al jefe y dijo:

-Ha vuelto a pasar, señor.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Día 6



Aquella noche fue fría, demasiado para tres personas que no tenían ni una simple manta con la que taparse, y digo tres porque ya solo éramos tres. Habían pasado cuatro horas desde aquel fatal desenlace y todavía Samuel velaba en la más profunda oscuridad el inanimado cuerpo de su hermano. Dany, con la mirada fija en la nada, se envolvía en su largo y oscuro abrigo. Yo, ataviada tan solo con una sencilla camiseta, vigilaba con tristeza a Samuel mientras me frotaba los desnudos brazos tratando de paliar el naciente azul de mi piel.

-Samuel.-Dije acariciando su castaños cabellos tratando de llamar su atención-.Sé que duele perder a un ser querido, todos los que estamos aquí lo sabemos pero creo que ha llegado la hora de enterrar a Jacob.

Samuel no se movió, ni siquiera me miró.

-Esta noche no podemos acampar, hace demasiado frío y sin tienda, ni mantas, quedarnos quietos podría matarnos. Tenemos que continuar caminando. 

-Iros, yo me quedo.-Dijo la ronca y apagada voz de Samuel.

-¿Estás loco? No te vamos a dejar aquí.-Respondió Dany a su mejor amigo.

-Iros, yo ya no tengo motivos para intentar salvarme.

-Sí que los tienes.-Afirmé muy enfadada-.Tus motivos son salvar tu vida. ¿Te parece poco? Mira, lamento mucho la perdida de tu hermano, me caía bien, pero tienes que continuar el camino. Yo cada día siento tristeza por haber perdido a todos los familiares y amigos que tenía en este asqueroso mundo, pero aun así quiero seguir viva. Llámame egoísta si quieres.

Samuel permaneció inmóvil, mis palabras no parecían afectarle. Pero lo intenté una vez más.

-Además sería un insulto para mí y para la memoria de tu hermano quedarte aquí después de jugarnos la vida por encontrar medicamentos para ti. ¿Crees que a Jacob le gustaría verte así?

Un largo silencio acompañado de miradas furtivas entre Dany y yo hicieron el momento más tenso que recuerdo. ¿Quizás tendríamos que abandonar a otro compañero en el camino? Por suerte no fue así. Samuel respondió.  

-Está bien, continuaré por Jacob.-Dijo Samuel saliendo de su letargo.

Cavamos un agujero en la arena, no fue muy profundo debido a que las únicas herramientas de las que disponíamos eran nuestras gélidas manos. La humedad de la tierra era insoportable pero el intenso esfuerzo físico que realizamos mitigó el frío. Dany y Samuel recogieron el cuerpo con cuidado, tristeza y cariño, introduciéndolo en el que sería para toda la eternidad su lugar de descanso, para después todos juntos taparlo con un manto de tierra, ramas y flores. Samuel escribió en la arena las iniciales de Jacob con el dedo, mientras en alto pronunciaba un:

-Adiós hermano. 

Partimos dirección suroeste a la luz de la luna y las estrellas. La luna en el cielo era brillante, intensa con un cierto halo de luminiscencia hipnótico pero en la tierra, su luz no era nada. Andamos durante horas a tientas, tropezando a cada momento con gravilla, piedras o basura. Fue duro luchar contra las inclemencias, el cansancio, el sueño y además no ver nada. El amanecer llegó lento, pero llegó y no pudimos evitar pararnos a contemplarlo, habíamos logrado sobrevivir a un día más.

Con los rayos del sol, la temperatura comenzó a subir y al medio día a unos agradables veintitantos grados pudimos tumbarnos en un desprovisto pero cálido suelo a dormir. No descansamos por mucho tiempo, debíamos encontrar la próxima ciudad pronto, el hambre y la sed ya estaban muy presentes.

Tras caminar alrededor de dos horas encontramos las ruinas de lo que algún día fueron casas. Estaban perfectamente alineadas en simétricas calles, rodeando un edificio de una estructura mayor.

-¿Alguien sabe que pueblo es este?-Preguntó Dany.

Nadie del grupo sabía dónde nos encontrábamos. ¿Tal vez en aquella terrible oscuridad de la noche nos habíamos desviado de nuestro camino?

-¡Mirar! En el suelo hay un viejo cartel.-Dijo Dany mientras recogía la oxidada chapa-. Base Militar.-Leyó en voz alta.

-¿Esto era una antigua base militar? Ahora entiendo porque está todo tan destrozado, no queda ni una casa en pie.-Dije mirando con más detenimiento el lugar.-Continuemos, puede que al menos encontremos algo de beber.

A tan solo un puñado de pasos, encontramos otro cartel. Este no estaba caído en el suelo, era grande y escrito de una forma rudimentaria con pintura roja decía: Zona Norte, prohibido pasar.

-¿Vamos a seguir por aquí? –Dijo un asustado Dany.

-No estamos en condiciones de rodear la base.-respondió Samuel. –Seguramente aquí ya no quede nadie, es de día y no vuela ni una mosca.

Traspasamos el cartel de prohibido, adentrándonos en una zona de edificios más robustos, estos parecían haber aguantado mejor lo que quiera que hubiera pasado allí, aunque algún que otro agujero se divisaba en los muros grises y blancos. Al fondo un montón de escombros cortaba la calle principal, dejándonos como única salida una calle secundaria. Yo me separé del grupo para acercarme a la pila de escombros, un brillo metálico había llamado mi atención. Levanté varias piedras para cotillear mejor.

-Aquí pasa algo raro.-Dije en alto alertando a mis dos compañeros de mi hallazgo.

Al acercarse pudieron ver los hombres muertos que había desenterrado sin querer.

-Son gente muerta, no veo nada raro, siempre hay gente muerta en todos los sitios. ¡Recuerda que es el fin del mundo!

-¡Calla Dany!-Le interrumpió Samuel-. María lleva razón, esto no cuadra. Se supone que en este lugar ya no queda nadie, está totalmente desierto y sin embargo entre los escombros hay cadáveres recientes.-Samuel se arrodilló para observar mejor los cuerpos y continuó con su deducción.-Llevan pocas horas muertos, como mucho murieron ayer y no de forma natural, tienen heridas de bala.

-¡Mira, un arma!-dije recogiendo del suelo un objeto metálico.- ¿Tendrá balas? Sería genial que tuviera.

Caminé unos pasos hacia delante y revisé con cuidado la pistola, nunca había tenido una entre las manos y no quería dispararla sin querer. Era muy pesada y estaba un poco oxidada, me costaba mucho abrir la recámara, aunque quizás fuera simplemente así.

-¡Tiene balas!-Grité sin girarme a mirar a mis compañeros, estaba entusiasmada. Ya nadie se atrevería a meterse con nosotros y mucho menos a robarnos.-Es fantástico.

Estiré el brazo para apuntar con mi nueva pistola, para saber cómo era eso de disparar. Un ruido de pisadas se acercaban por mi espalda, seguramente era Dany que quería verla de cerca, pero por el momento no se la iba a dejar, estaba maravillada apuntando a los escombros e imaginándome disparando con ella.

-Un arma, ¿a que es genial?

Nadie me respondió así que salí de mi momento de felicidad, era raro que habiendo encontrado algo tan importante para el grupo nadie emitiera sonido alguno.

-¿Chicos? –Pregunté a la vez que me giré hacia atrás para mirarles y un golpe en la frente me sorprendió, dejándome inconsciente entre los escombros.

Me desperté en un sitio cerrado, apenas había luz y el olor era como a húmedo, sucio y barro.

-¡Ya despierta! -Exclamó una voz.

-María, ¿estás bien?

Estaba confusa, mareada y tenía un fuerte dolor en la frente. Me la toqué y algo cubrió mis dedos. Enfoqué con los ojos cuanto pude y a pesar de ver bastante borroso, distinguí la sangre de mi mano. Debía tener un buen corte en la cara.

-¿Estas bien?-Volvió a preguntar alguien en aquel oscuro sitio.

-Me duele. ¿Quién? ¿Dónde…? -Pregunté confusa por la conmoción.

 -Somos Dany y Samuel. Estamos los tres en una celda, en algún edificio de la Base Militar. Unos cinco hombres nos asaltaron a punta de pistola, a ti al verte armada te golpearon por la espalda.

-¿Y qué quieren de nosotros?

-Creen que somos unos espías de la Zona Sur de la Base, sus enemigos.

Miré a mi alrededor preocupada.

- ¿Y Pokito? ¿Dónde está Pokito?-Dije gritando y poniéndome en pie.

-¿Ese es tu chucho?-Dijo una voz grave de detrás de los barrotes de la puerta.

-¿Qué habéis hecho con mi perro?-Pregunté enfurecida.

-Por el momento está bien, pero si no colaboráis puede que me divierta despellejándolo.-Rió la voz grave.

-¿Qué queréis saber?

-¿Quiénes sois?-Preguntó la voz poniéndose esta vez muy seria.

-Viajantes, simples civiles.

-¡Mientes!

-No miento.

-Y entonces ¿que hacéis en la Zona Norte si solo sois civiles?

-Nos robaron en medio del camino y buscábamos algo de comer o de beber, no sabíamos que este sitio estaba prohibido.

-¡Mientes! Sois una panda de mentirosos. Sois rastreadores de la Zona Sur, por eso ibais armados y teníais un perro. Lo que no se es que nos queríais robar, sucias alimañas del Sur. Os dejo un rato para que recapacitéis, pero si no habláis pronto tendré que usar otros métodos de interrogatorio.-Dijo el hombre enseñando un afilado cuchillo entre las rejas de la puerta.

-¡Estamos perdidos!-Exclamó un nervioso Dany tras encontrarnos otra vez solos en nuestra oscura celda.

-¿Y si les contamos alguna mentira? Les decimos que somos del Sur y que buscábamos a nuestros heridos.

-¿Hay comida o agua?-Interrumpí a Samuel. Estaba hambrienta y muy sedienta.

-Agua hay ahí.-Señaló Dany.-Pero la comida no te recomiendo probarla.

-¿Y por qué no?-Pregunté mientras bebía agua de una taza de metal abollada.

 -Mírala bien.-Indicó Dany a la vez que señalaba con el dedo índice un plato con un líquido marrón lleno de grumos en el cual se divertían negras y gordas cucarachas.

-Ya lo entiendo.-Respondí con una mueca de repulsión.

-No hay nada en este mundo que me dé tanto asco como las cucarachas. Recuerdo una vez, antes de lo del fin del mundo y todo eso, que comiendo en casa de un amigo, de un plato de patatas fritas salió corriendo una cucaracha, me dio tanta grima que me puse a vomitar la comida, el desayuno y la cena del día anterior. Menuda se armó.

-¿Me estás diciendo que si pruebas eso, vomitarías sin parar?-Interrumpí la historia de Dany.

-Sí, pero…

-¿Y parecerías muy enfermo?-Volví a interrumpir.

-Puede, pero no pienso probar esa comida.-Dijo Dany enfadado.

-Vamos a morir aquí, confesemos o no confesemos lo que ellos quieran que confesemos y te recuerdo que es muy posible que nos vayan a torturar. El hacerte el enfermo, llamar al que vigila la puerta para que te atienda y distraerle para después atacarle y huir, creo que estaría bien.

-A mí no me parece bien, es asqueroso comer eso.

-Venga Dany, puede funcionar. Intentémoslo.-Dijo Samuel a su amigo.

-Está bien.-Exclamó un reticente Dany.-Pero solo probaré un poco.

-Tranquilo-dije agachándome hacia el plato de comida.-No hará falta que pruebes esa papilla.

-¿Cómo que no hace falta?-Preguntó Dany asustado.- ¿Qué tienes en la mano?

-¿Esto?-Dije mostrando el bichito.-Solo es una cucaracha.

-¿No pensaras que me voy a comer una cucaracha? Te he dicho que es la cosa que más asco me da.

-Lo sé y por eso te la tienes que comer, para que sea más creíble ¿quieres salvarte o no?

Dany miró a su amigo de reojo y este movió la cabeza afirmativamente.

-Vale, lo haré, pero luego no digáis que yo no hago nada por el grupo.

Me acerqué a Dany con mi gordo y negro amiguito en la mano y esperé a que abriera la boca, en cuanto la abrió le introduje la inquieta cucaracha, tapándole la boca con la mano y evitando que pudiera escupirla. En pocos instantes Dany se puso rojo, verde y después azul, vomitando por toda la celda.

-¡He, oye el de la puerta! -Llamé al carcelero.-Nuestro amigo está enfermo, no sabemos qué le pasa.

-Y a mí que me importa.-respondió el carcelero mirando entre los barrotes.

-Creo que te importa, no querrás que en tu guardia se te muera un preso, además si mi amigo se muere nunca confesaremos.

-Solo está vomitando, no está tan mal.

-Pero tú lo has visto bien, está azul y apenas puede respirar, como no hagas algo pronto, creo morirá.

-Está bien, entraré a mirar pero vosotros dos iros al fondo. Quiero vuestras espaldas pegadas a la pared, aviso que estoy armado y ante un intento de escape tengo permiso para disparar.

El carcelero entró y Samuel y yo pegamos nuestras espaldas a la pared del fondo. No era lo que habíamos planeado, desde allí no podríamos golpearle y escapar.

-Yo no lo veo tan mal.-Dijo el hombre examinando de cerca a Dany que aún tenía arcadas.

-¡Que dices si está fatal, mírale la piel, está azul y tómale el pulso!-Grité haciendo muchos aspavientos y acercándome al carcelero.

-¡No dé un paso más!-Me gritó el hombre apuntándome con su rifle.

-Está bien, está bien.-Dije levantando los brazos y pegándome de nuevo a la pared.-Solo era preocupación por mi compañero, nada más, no trataba de escapar.

Mi intento por parecer preocupada por mi amigo y acercarme hasta el carcelero no había funcionado. No sabía que más hacer, el plan no iba a funcionar después de todo. Y además el pobre Dany no tenía ya nada más que vomitar en su estómago puesto que no había comido nada durante todo el día, así que solo temblaba para hacerse más el enfermo.

-Este ya está mejor, yo me marcho.-Dijo el carcelero dándose media vuelta.

Pero algo inesperado nos sorprendió, Dany se desmayó en el suelo de la oscura celda.

-¡No está mejor, se ha desmayado!-Chilló Samuel preocupado.

El carcelero se dio la vuelta y miró a Dany tirado en el suelo.

-Por favor, ayuda a mi amigo.-Imploró Samuel acercándose un poco hacia delante.

-¡Quieto!, no te muevas.-Indicó el hombre apuntándole con el arma.

-No me moveré pero ayuda a mi amigo.

-¡La espalda en la pared! –Dijo muy tenso el carcelero.

-Comprueba que al menos respira.-Dije mientras Samuel se pegaba a la pared.

-Creo que respira.-Respondió el hombre moviendo un poco a Dany con el cañón de su rifle.

-Pero desde ahí como lo vas a comprobar, acércate y tómale el pulso. Nosotros no nos moveremos, lo juramos. –Afirmé muy convencida.

El carcelero se arrodilló junto el cuerpo de Dany, vigilando en todo momento que Samuel y yo siguiéramos bien quietos al fondo de la celda. Acercó muy despacio su cabeza a la cara de Dany para ver si aún este respiraba y para asombro de todos y más aún para el carcelero, Dany levantó la cabeza, propinándole tan tremendo cabezazo que el hombre cayó a su lado desmayado.

-¿Estas bien?-Preguntamos Samuel y yo acercándonos a Dany.

-Si.-Dijo rascándose la frente.-Menos mal que tengo la cabeza muy dura.-Sonrió Dany.

-Salgamos de aquí.-Indicó Samuel.

-Vosotros podéis iros pero yo me quedo. No puedo abandonar a Pokito, él no me dejaría nunca y le debo la vida a ese perro.

-¡Pero es un perro! –Exclamó Dany.

-Lo sé pero es mi perro.

-Está bien.-Interrumpió Samuel-. Tampoco sabemos dónde está la salida, así que buscaremos al perro antes de irnos.

Salimos de la celda, cerrando la puerta para dejar bien encerrado al carcelero y con mucho sigilo salimos de la habitación. Por suerte no había nadie vigilando aquellos pasillos, no contaban con que nos escapásemos, así que cruzamos el pasillo con facilidad. Revisamos varias habitaciones a través de los cristales de las puertas, hasta que dimos con la que contenía a Pokito. Entramos dentro. Era un almacén en la que acumulaban chatarra y jaulas, y en una de ellas se encontraba mi perro.

-Pokito, tranquilo chico, ya te vamos a sacar de ahí.-Le dije tranquilizándole, mientras Samuel y Dany buscaban las llaves del candado.

-Aquí, aquí están las llaves.-Dijo Dany entregándomelas.

Sin dudarlo, abrí la jaula y saqué a Pokito. Él me lo agradeció con un alegre movimiento de cola y un par de lametones.

-¿Y ahora por dónde vamos?-Preguntó Dany.

-Creo que quizás por el pasillo de la derecha…

Pero un fuerte ruido interrumpió la conversación. El muro que daba a la calle salió volando, golpeándonos a todos.

Me desperté perdida, mareada, con un tremendo pitido en los oídos. Por lo demás había tenido suerte no parecía herida. Busqué con la mirada a mis compañeros, Samuel estaba a mi lado, inconsciente. Le desperté y también parecía estar bien. Unos gritos de dolor llamaron nuestra atención, era Dany, se había roto el brazo izquierdo.

-Ah! Que dolor. ¿Qué narices ha pasado aquí?

-Parece una explosión, he oído gritos de: ¡nos atacan los del Sur!. Quizás por eso estaba la casa tan vacía. Por suerte para nosotros han roto la pared que da a la calle y podremos salir de aquí.-Respondí.

-Pues vámonos, me duele el brazo pero puedo correr.-Indicó Dany.

-Espera ¿y Pokito?

El corazón me dio un vuelco, no veía a Pokito, y si… no, no podía ni pensarlo. Comencé a levantar escombros, no estaba en ninguna parte, no lo encontraba. 

-Mi pobre Pokito, no.-Dije angustiada mientras seguía buscándolo entre las piedras.

-Está aquí, el muy listo se había vuelto a meter en la jaula y no le ha pasado nada.-Dijo Samuel mientras traía a Pokito entre sus brazos con una gran sonrisa.

Corrimos de allí como locos, esquivando escombros, aprovechando los ruidos de explosivos y la distracción de la gente absorta en la batalla. Estábamos tan preocupados por huir y no ser otra vez capturados por los de la Zona Norte o por los de la Zona Sur que dejamos la Base y seguimos corriendo hasta llegar al siguiente pueblo. La noche se nos había echado encima y seguíamos sin comida, sin bebida y sin refugio. Además tanto correr para escapar nos había dejado agotados y sedientos. Por suerte en la entrada del pueblo había una fuente, de la que aun corría un hilillo de agua y de la que bebimos hasta calmar la sed. Mientras bebíamos Pokito ladraba nervioso e inquieto.

-Tranquilo chico, ya todo ha pasado. Ven y bebe, que tú también tendrás sed.-Dije tratando de que Pokito bebiera el agua, pero el perro se apartaba.

-Me encuentro un poco mareado.-Dijo Samuel.

-Yo también.-Respondió Dany.

-Y yo…-Traté de decir, pero no pude, me desplomé.

Momentos después me desperté, alguien me agarraba por los brazos, arrastrándome por el suelo.
-¿Quién es?-Dije muy mareada.

Abrí los ojos tratando de averiguar quién me agarraba, pero solo pude ver mis piernas levantando polvo al ser arrastradas. Un fuerte dolor de estómago me envolvió, haciéndome perder las pocas fuerzas que me mantenían semidespierta. Sentí como se me nublaba la vista y después me desmayé.