miércoles, 7 de diciembre de 2011

Día 6



Aquella noche fue fría, demasiado para tres personas que no tenían ni una simple manta con la que taparse, y digo tres porque ya solo éramos tres. Habían pasado cuatro horas desde aquel fatal desenlace y todavía Samuel velaba en la más profunda oscuridad el inanimado cuerpo de su hermano. Dany, con la mirada fija en la nada, se envolvía en su largo y oscuro abrigo. Yo, ataviada tan solo con una sencilla camiseta, vigilaba con tristeza a Samuel mientras me frotaba los desnudos brazos tratando de paliar el naciente azul de mi piel.

-Samuel.-Dije acariciando su castaños cabellos tratando de llamar su atención-.Sé que duele perder a un ser querido, todos los que estamos aquí lo sabemos pero creo que ha llegado la hora de enterrar a Jacob.

Samuel no se movió, ni siquiera me miró.

-Esta noche no podemos acampar, hace demasiado frío y sin tienda, ni mantas, quedarnos quietos podría matarnos. Tenemos que continuar caminando. 

-Iros, yo me quedo.-Dijo la ronca y apagada voz de Samuel.

-¿Estás loco? No te vamos a dejar aquí.-Respondió Dany a su mejor amigo.

-Iros, yo ya no tengo motivos para intentar salvarme.

-Sí que los tienes.-Afirmé muy enfadada-.Tus motivos son salvar tu vida. ¿Te parece poco? Mira, lamento mucho la perdida de tu hermano, me caía bien, pero tienes que continuar el camino. Yo cada día siento tristeza por haber perdido a todos los familiares y amigos que tenía en este asqueroso mundo, pero aun así quiero seguir viva. Llámame egoísta si quieres.

Samuel permaneció inmóvil, mis palabras no parecían afectarle. Pero lo intenté una vez más.

-Además sería un insulto para mí y para la memoria de tu hermano quedarte aquí después de jugarnos la vida por encontrar medicamentos para ti. ¿Crees que a Jacob le gustaría verte así?

Un largo silencio acompañado de miradas furtivas entre Dany y yo hicieron el momento más tenso que recuerdo. ¿Quizás tendríamos que abandonar a otro compañero en el camino? Por suerte no fue así. Samuel respondió.  

-Está bien, continuaré por Jacob.-Dijo Samuel saliendo de su letargo.

Cavamos un agujero en la arena, no fue muy profundo debido a que las únicas herramientas de las que disponíamos eran nuestras gélidas manos. La humedad de la tierra era insoportable pero el intenso esfuerzo físico que realizamos mitigó el frío. Dany y Samuel recogieron el cuerpo con cuidado, tristeza y cariño, introduciéndolo en el que sería para toda la eternidad su lugar de descanso, para después todos juntos taparlo con un manto de tierra, ramas y flores. Samuel escribió en la arena las iniciales de Jacob con el dedo, mientras en alto pronunciaba un:

-Adiós hermano. 

Partimos dirección suroeste a la luz de la luna y las estrellas. La luna en el cielo era brillante, intensa con un cierto halo de luminiscencia hipnótico pero en la tierra, su luz no era nada. Andamos durante horas a tientas, tropezando a cada momento con gravilla, piedras o basura. Fue duro luchar contra las inclemencias, el cansancio, el sueño y además no ver nada. El amanecer llegó lento, pero llegó y no pudimos evitar pararnos a contemplarlo, habíamos logrado sobrevivir a un día más.

Con los rayos del sol, la temperatura comenzó a subir y al medio día a unos agradables veintitantos grados pudimos tumbarnos en un desprovisto pero cálido suelo a dormir. No descansamos por mucho tiempo, debíamos encontrar la próxima ciudad pronto, el hambre y la sed ya estaban muy presentes.

Tras caminar alrededor de dos horas encontramos las ruinas de lo que algún día fueron casas. Estaban perfectamente alineadas en simétricas calles, rodeando un edificio de una estructura mayor.

-¿Alguien sabe que pueblo es este?-Preguntó Dany.

Nadie del grupo sabía dónde nos encontrábamos. ¿Tal vez en aquella terrible oscuridad de la noche nos habíamos desviado de nuestro camino?

-¡Mirar! En el suelo hay un viejo cartel.-Dijo Dany mientras recogía la oxidada chapa-. Base Militar.-Leyó en voz alta.

-¿Esto era una antigua base militar? Ahora entiendo porque está todo tan destrozado, no queda ni una casa en pie.-Dije mirando con más detenimiento el lugar.-Continuemos, puede que al menos encontremos algo de beber.

A tan solo un puñado de pasos, encontramos otro cartel. Este no estaba caído en el suelo, era grande y escrito de una forma rudimentaria con pintura roja decía: Zona Norte, prohibido pasar.

-¿Vamos a seguir por aquí? –Dijo un asustado Dany.

-No estamos en condiciones de rodear la base.-respondió Samuel. –Seguramente aquí ya no quede nadie, es de día y no vuela ni una mosca.

Traspasamos el cartel de prohibido, adentrándonos en una zona de edificios más robustos, estos parecían haber aguantado mejor lo que quiera que hubiera pasado allí, aunque algún que otro agujero se divisaba en los muros grises y blancos. Al fondo un montón de escombros cortaba la calle principal, dejándonos como única salida una calle secundaria. Yo me separé del grupo para acercarme a la pila de escombros, un brillo metálico había llamado mi atención. Levanté varias piedras para cotillear mejor.

-Aquí pasa algo raro.-Dije en alto alertando a mis dos compañeros de mi hallazgo.

Al acercarse pudieron ver los hombres muertos que había desenterrado sin querer.

-Son gente muerta, no veo nada raro, siempre hay gente muerta en todos los sitios. ¡Recuerda que es el fin del mundo!

-¡Calla Dany!-Le interrumpió Samuel-. María lleva razón, esto no cuadra. Se supone que en este lugar ya no queda nadie, está totalmente desierto y sin embargo entre los escombros hay cadáveres recientes.-Samuel se arrodilló para observar mejor los cuerpos y continuó con su deducción.-Llevan pocas horas muertos, como mucho murieron ayer y no de forma natural, tienen heridas de bala.

-¡Mira, un arma!-dije recogiendo del suelo un objeto metálico.- ¿Tendrá balas? Sería genial que tuviera.

Caminé unos pasos hacia delante y revisé con cuidado la pistola, nunca había tenido una entre las manos y no quería dispararla sin querer. Era muy pesada y estaba un poco oxidada, me costaba mucho abrir la recámara, aunque quizás fuera simplemente así.

-¡Tiene balas!-Grité sin girarme a mirar a mis compañeros, estaba entusiasmada. Ya nadie se atrevería a meterse con nosotros y mucho menos a robarnos.-Es fantástico.

Estiré el brazo para apuntar con mi nueva pistola, para saber cómo era eso de disparar. Un ruido de pisadas se acercaban por mi espalda, seguramente era Dany que quería verla de cerca, pero por el momento no se la iba a dejar, estaba maravillada apuntando a los escombros e imaginándome disparando con ella.

-Un arma, ¿a que es genial?

Nadie me respondió así que salí de mi momento de felicidad, era raro que habiendo encontrado algo tan importante para el grupo nadie emitiera sonido alguno.

-¿Chicos? –Pregunté a la vez que me giré hacia atrás para mirarles y un golpe en la frente me sorprendió, dejándome inconsciente entre los escombros.

Me desperté en un sitio cerrado, apenas había luz y el olor era como a húmedo, sucio y barro.

-¡Ya despierta! -Exclamó una voz.

-María, ¿estás bien?

Estaba confusa, mareada y tenía un fuerte dolor en la frente. Me la toqué y algo cubrió mis dedos. Enfoqué con los ojos cuanto pude y a pesar de ver bastante borroso, distinguí la sangre de mi mano. Debía tener un buen corte en la cara.

-¿Estas bien?-Volvió a preguntar alguien en aquel oscuro sitio.

-Me duele. ¿Quién? ¿Dónde…? -Pregunté confusa por la conmoción.

 -Somos Dany y Samuel. Estamos los tres en una celda, en algún edificio de la Base Militar. Unos cinco hombres nos asaltaron a punta de pistola, a ti al verte armada te golpearon por la espalda.

-¿Y qué quieren de nosotros?

-Creen que somos unos espías de la Zona Sur de la Base, sus enemigos.

Miré a mi alrededor preocupada.

- ¿Y Pokito? ¿Dónde está Pokito?-Dije gritando y poniéndome en pie.

-¿Ese es tu chucho?-Dijo una voz grave de detrás de los barrotes de la puerta.

-¿Qué habéis hecho con mi perro?-Pregunté enfurecida.

-Por el momento está bien, pero si no colaboráis puede que me divierta despellejándolo.-Rió la voz grave.

-¿Qué queréis saber?

-¿Quiénes sois?-Preguntó la voz poniéndose esta vez muy seria.

-Viajantes, simples civiles.

-¡Mientes!

-No miento.

-Y entonces ¿que hacéis en la Zona Norte si solo sois civiles?

-Nos robaron en medio del camino y buscábamos algo de comer o de beber, no sabíamos que este sitio estaba prohibido.

-¡Mientes! Sois una panda de mentirosos. Sois rastreadores de la Zona Sur, por eso ibais armados y teníais un perro. Lo que no se es que nos queríais robar, sucias alimañas del Sur. Os dejo un rato para que recapacitéis, pero si no habláis pronto tendré que usar otros métodos de interrogatorio.-Dijo el hombre enseñando un afilado cuchillo entre las rejas de la puerta.

-¡Estamos perdidos!-Exclamó un nervioso Dany tras encontrarnos otra vez solos en nuestra oscura celda.

-¿Y si les contamos alguna mentira? Les decimos que somos del Sur y que buscábamos a nuestros heridos.

-¿Hay comida o agua?-Interrumpí a Samuel. Estaba hambrienta y muy sedienta.

-Agua hay ahí.-Señaló Dany.-Pero la comida no te recomiendo probarla.

-¿Y por qué no?-Pregunté mientras bebía agua de una taza de metal abollada.

 -Mírala bien.-Indicó Dany a la vez que señalaba con el dedo índice un plato con un líquido marrón lleno de grumos en el cual se divertían negras y gordas cucarachas.

-Ya lo entiendo.-Respondí con una mueca de repulsión.

-No hay nada en este mundo que me dé tanto asco como las cucarachas. Recuerdo una vez, antes de lo del fin del mundo y todo eso, que comiendo en casa de un amigo, de un plato de patatas fritas salió corriendo una cucaracha, me dio tanta grima que me puse a vomitar la comida, el desayuno y la cena del día anterior. Menuda se armó.

-¿Me estás diciendo que si pruebas eso, vomitarías sin parar?-Interrumpí la historia de Dany.

-Sí, pero…

-¿Y parecerías muy enfermo?-Volví a interrumpir.

-Puede, pero no pienso probar esa comida.-Dijo Dany enfadado.

-Vamos a morir aquí, confesemos o no confesemos lo que ellos quieran que confesemos y te recuerdo que es muy posible que nos vayan a torturar. El hacerte el enfermo, llamar al que vigila la puerta para que te atienda y distraerle para después atacarle y huir, creo que estaría bien.

-A mí no me parece bien, es asqueroso comer eso.

-Venga Dany, puede funcionar. Intentémoslo.-Dijo Samuel a su amigo.

-Está bien.-Exclamó un reticente Dany.-Pero solo probaré un poco.

-Tranquilo-dije agachándome hacia el plato de comida.-No hará falta que pruebes esa papilla.

-¿Cómo que no hace falta?-Preguntó Dany asustado.- ¿Qué tienes en la mano?

-¿Esto?-Dije mostrando el bichito.-Solo es una cucaracha.

-¿No pensaras que me voy a comer una cucaracha? Te he dicho que es la cosa que más asco me da.

-Lo sé y por eso te la tienes que comer, para que sea más creíble ¿quieres salvarte o no?

Dany miró a su amigo de reojo y este movió la cabeza afirmativamente.

-Vale, lo haré, pero luego no digáis que yo no hago nada por el grupo.

Me acerqué a Dany con mi gordo y negro amiguito en la mano y esperé a que abriera la boca, en cuanto la abrió le introduje la inquieta cucaracha, tapándole la boca con la mano y evitando que pudiera escupirla. En pocos instantes Dany se puso rojo, verde y después azul, vomitando por toda la celda.

-¡He, oye el de la puerta! -Llamé al carcelero.-Nuestro amigo está enfermo, no sabemos qué le pasa.

-Y a mí que me importa.-respondió el carcelero mirando entre los barrotes.

-Creo que te importa, no querrás que en tu guardia se te muera un preso, además si mi amigo se muere nunca confesaremos.

-Solo está vomitando, no está tan mal.

-Pero tú lo has visto bien, está azul y apenas puede respirar, como no hagas algo pronto, creo morirá.

-Está bien, entraré a mirar pero vosotros dos iros al fondo. Quiero vuestras espaldas pegadas a la pared, aviso que estoy armado y ante un intento de escape tengo permiso para disparar.

El carcelero entró y Samuel y yo pegamos nuestras espaldas a la pared del fondo. No era lo que habíamos planeado, desde allí no podríamos golpearle y escapar.

-Yo no lo veo tan mal.-Dijo el hombre examinando de cerca a Dany que aún tenía arcadas.

-¡Que dices si está fatal, mírale la piel, está azul y tómale el pulso!-Grité haciendo muchos aspavientos y acercándome al carcelero.

-¡No dé un paso más!-Me gritó el hombre apuntándome con su rifle.

-Está bien, está bien.-Dije levantando los brazos y pegándome de nuevo a la pared.-Solo era preocupación por mi compañero, nada más, no trataba de escapar.

Mi intento por parecer preocupada por mi amigo y acercarme hasta el carcelero no había funcionado. No sabía que más hacer, el plan no iba a funcionar después de todo. Y además el pobre Dany no tenía ya nada más que vomitar en su estómago puesto que no había comido nada durante todo el día, así que solo temblaba para hacerse más el enfermo.

-Este ya está mejor, yo me marcho.-Dijo el carcelero dándose media vuelta.

Pero algo inesperado nos sorprendió, Dany se desmayó en el suelo de la oscura celda.

-¡No está mejor, se ha desmayado!-Chilló Samuel preocupado.

El carcelero se dio la vuelta y miró a Dany tirado en el suelo.

-Por favor, ayuda a mi amigo.-Imploró Samuel acercándose un poco hacia delante.

-¡Quieto!, no te muevas.-Indicó el hombre apuntándole con el arma.

-No me moveré pero ayuda a mi amigo.

-¡La espalda en la pared! –Dijo muy tenso el carcelero.

-Comprueba que al menos respira.-Dije mientras Samuel se pegaba a la pared.

-Creo que respira.-Respondió el hombre moviendo un poco a Dany con el cañón de su rifle.

-Pero desde ahí como lo vas a comprobar, acércate y tómale el pulso. Nosotros no nos moveremos, lo juramos. –Afirmé muy convencida.

El carcelero se arrodilló junto el cuerpo de Dany, vigilando en todo momento que Samuel y yo siguiéramos bien quietos al fondo de la celda. Acercó muy despacio su cabeza a la cara de Dany para ver si aún este respiraba y para asombro de todos y más aún para el carcelero, Dany levantó la cabeza, propinándole tan tremendo cabezazo que el hombre cayó a su lado desmayado.

-¿Estas bien?-Preguntamos Samuel y yo acercándonos a Dany.

-Si.-Dijo rascándose la frente.-Menos mal que tengo la cabeza muy dura.-Sonrió Dany.

-Salgamos de aquí.-Indicó Samuel.

-Vosotros podéis iros pero yo me quedo. No puedo abandonar a Pokito, él no me dejaría nunca y le debo la vida a ese perro.

-¡Pero es un perro! –Exclamó Dany.

-Lo sé pero es mi perro.

-Está bien.-Interrumpió Samuel-. Tampoco sabemos dónde está la salida, así que buscaremos al perro antes de irnos.

Salimos de la celda, cerrando la puerta para dejar bien encerrado al carcelero y con mucho sigilo salimos de la habitación. Por suerte no había nadie vigilando aquellos pasillos, no contaban con que nos escapásemos, así que cruzamos el pasillo con facilidad. Revisamos varias habitaciones a través de los cristales de las puertas, hasta que dimos con la que contenía a Pokito. Entramos dentro. Era un almacén en la que acumulaban chatarra y jaulas, y en una de ellas se encontraba mi perro.

-Pokito, tranquilo chico, ya te vamos a sacar de ahí.-Le dije tranquilizándole, mientras Samuel y Dany buscaban las llaves del candado.

-Aquí, aquí están las llaves.-Dijo Dany entregándomelas.

Sin dudarlo, abrí la jaula y saqué a Pokito. Él me lo agradeció con un alegre movimiento de cola y un par de lametones.

-¿Y ahora por dónde vamos?-Preguntó Dany.

-Creo que quizás por el pasillo de la derecha…

Pero un fuerte ruido interrumpió la conversación. El muro que daba a la calle salió volando, golpeándonos a todos.

Me desperté perdida, mareada, con un tremendo pitido en los oídos. Por lo demás había tenido suerte no parecía herida. Busqué con la mirada a mis compañeros, Samuel estaba a mi lado, inconsciente. Le desperté y también parecía estar bien. Unos gritos de dolor llamaron nuestra atención, era Dany, se había roto el brazo izquierdo.

-Ah! Que dolor. ¿Qué narices ha pasado aquí?

-Parece una explosión, he oído gritos de: ¡nos atacan los del Sur!. Quizás por eso estaba la casa tan vacía. Por suerte para nosotros han roto la pared que da a la calle y podremos salir de aquí.-Respondí.

-Pues vámonos, me duele el brazo pero puedo correr.-Indicó Dany.

-Espera ¿y Pokito?

El corazón me dio un vuelco, no veía a Pokito, y si… no, no podía ni pensarlo. Comencé a levantar escombros, no estaba en ninguna parte, no lo encontraba. 

-Mi pobre Pokito, no.-Dije angustiada mientras seguía buscándolo entre las piedras.

-Está aquí, el muy listo se había vuelto a meter en la jaula y no le ha pasado nada.-Dijo Samuel mientras traía a Pokito entre sus brazos con una gran sonrisa.

Corrimos de allí como locos, esquivando escombros, aprovechando los ruidos de explosivos y la distracción de la gente absorta en la batalla. Estábamos tan preocupados por huir y no ser otra vez capturados por los de la Zona Norte o por los de la Zona Sur que dejamos la Base y seguimos corriendo hasta llegar al siguiente pueblo. La noche se nos había echado encima y seguíamos sin comida, sin bebida y sin refugio. Además tanto correr para escapar nos había dejado agotados y sedientos. Por suerte en la entrada del pueblo había una fuente, de la que aun corría un hilillo de agua y de la que bebimos hasta calmar la sed. Mientras bebíamos Pokito ladraba nervioso e inquieto.

-Tranquilo chico, ya todo ha pasado. Ven y bebe, que tú también tendrás sed.-Dije tratando de que Pokito bebiera el agua, pero el perro se apartaba.

-Me encuentro un poco mareado.-Dijo Samuel.

-Yo también.-Respondió Dany.

-Y yo…-Traté de decir, pero no pude, me desplomé.

Momentos después me desperté, alguien me agarraba por los brazos, arrastrándome por el suelo.
-¿Quién es?-Dije muy mareada.

Abrí los ojos tratando de averiguar quién me agarraba, pero solo pude ver mis piernas levantando polvo al ser arrastradas. Un fuerte dolor de estómago me envolvió, haciéndome perder las pocas fuerzas que me mantenían semidespierta. Sentí como se me nublaba la vista y después me desmayé.

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