jueves, 15 de diciembre de 2011

Día 7




-¿Qué es este lugar?-Pregunté mientras miraba a mi alrededor.

-Enhorabuena has llegado a tu destino final. Ya puedes descansar, aquí estarás segura.-Me dijo una voz.

-¿He llegado entonces al sitio donde despegó el cohete?

-No, es aún mejor. En este sitio no te tendrás que preocupar por nada, estarás siempre a salvo.

-No lo entiendo.-Respondí.-Si en todos los sitios reina el caos, el peligro y la muerte, ¿dónde estoy? 

-No te puedo decir donde estas, este sitio no tiene nombre. –La voz hizo una pequeña pausa y continuó hablando-. Tienes gente que te estaba esperando. ¿Quieres verla?

-¿Qué gente?-Pregunté confundida.

-Tu familia.

-Debes haberte equivocado, toda mi familia está muerta.  ¿Cómo puede ser que ahora pueda verla?

-Porque tú también estas muerta. –Me respondió la voz.

Me desperté repentinamente de mi sueño o tal vez de mi pesadilla, no sabría decir. Me incorporé y abrí los ojos. Una luz intensa hizo que los entornara, hasta que estos se adaptaron a la luminosidad de aquel lugar. Fue entonces cuando Pokito saltó a mis piernas lamiéndome la cara y moviendo con euforia su bonito pompón blanco y beis que era su cola.

-Está muy contento de verte despierta.-Dijo una voz que no me era familiar.

Miré a mí alrededor, me hallaba en una habitación blanca, iluminada con un fluorescente. En ella había un pequeño baúl metálico, la cama en la que yo estaba sentada junto a Pokito, una mesilla con un vaso de cristal lleno de agua y al fondo sentado en un sillón, un hombre con barba.

-¿Quién eres?-Pregunté nerviosa mientras me levantaba de la cama.

-No deberías levantarte tan deprisa, podrías marearte, llevas un día inconsciente.-Me indicó el hombre.

-Estoy bien.-Dije sujetándome con una mano en la pared.- ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¡Responde!

-Es normal que estés asustada, ahora el mundo no es seguro y uno no puede fiarse de nadie. ¿Verdad perrito?- Dijo mientras acariciaba a Pokito, el cual se había acercado al desconocido como si fuera un amigo.

-Pokito ven aquí.-Llamé a mi perro mientras me volvía a sentar en la cama, estaba un poco mareada.

-Si fuera peligroso, estoy seguro que ya me hubiera mordido, es muy listo, fue el único de tu grupo que no bebió el agua contaminada.

El hombre se levantó del sillón, cogió el vaso de agua y me lo dio. -Bebe, te sentará bien.-Y el extraño se sentó en la cama a mi lado. 

Llevaba una camiseta de manga corta dejando al descubierto un raro tatuaje que consistía en cuatro cruces negras y mal dibujadas.

-Son cruces, simbolizan las personas que más he querido. –Dijo el hombre al ver que le miraba su extraño tatuaje.-Así las llevo siempre conmigo, aunque no estén. Sé que su forma es diferente y llama la atención. Me lo hice yo mismo, por eso las cruces están tan torcidas.-Terminó de decir, bajando la cabeza un poco triste.

-Te entiendo, también perdí a mi familia. Y no creo que importe que el tatuaje esté un poco… retorcido, lo importante es lo que representa.

El hombre levantó la cabeza, me miró y dijo:

-Tú  y tus dos amigos bebisteis de una fuente a las afueras del pueblo y el agua estaba en mal estado. Por suerte os encontramos cuando hacíamos la ronda diaria de rastreo. Te encuentras en el refugio. Me llamo Adrián y soy el encargado del mantenimiento.

-¿Y qué queréis de nosotros? ¿Por qué nos retenéis?

-No os retenemos, sois libres de iros, solo os hemos ayudado. Somos una comunidad pacífica. Y ahora si me acompañas, podrás comer algo y reunirte con tus dos compañeros. Ahí tienes ropa limpia, puedes cambiarte, te espero fuera.

Adrián salió por la puerta, dejándome sola con Pokito. No me fiaba de él, ni me gustaba aquel lugar, si algo me habían enseñado es que nadie regala nada y mucho menos en el fin del mundo, pero la ropa limpia olía bien y tenía hambre, así que me cambie y le seguí la corriente.

Me llevó por largos pasillos llenos de puertas, algunas estaban abiertas y pude comprobar que eran habitaciones idénticas a la mía. Nos cruzamos con hasta doce personas, hombres y mujeres de diferentes edades. Adrián las saludo a todas por sus nombres cordialmente y estos le devolvieron los saludos con una enorme sonrisa. Los pasillos estaban bien iluminados con fluorescentes semejantes a los de la habitación y las estancias estaban limpias y ordenadas. Pero no pude ver ni una sola ventana.

Llegamos a una sala grande, en ella había mesas rectangulares y bancos donde sentarse. Al fondo en una mesa llena de cacerolas, vasos y cubiertos, una mujer de pelo rizado con un gorro blanco, repartía comida a una fila de gente.

-¡María! -Me llamaron de uno de los bancos del fondo. Eran Samuel y Dany.

-Puedes reunirte con ellos, ya hablaremos más tarde.

Me senté con Dany y Samuel a comer un plato de comida que amablemente la mujer del gorro blanco me había servido. Tenía muy buena pinta, estaba caliente y lo más importante, era:

-¡Carne! Tienen carne para comer.-Dije a mis amigos.- ¿No se había acabado toda? 

-Por lo visto su jefe va a cazar de vez en cuando. ¡Mmm! Está buenísima.-Dijo Dany tras saborear un trozo de la jugosa carne.

-Sabe demasiado bien, no recuerdo nada tan bueno.- Exclamó Samuel.

-¿Qué tipo de carne es? –Dije probándola.

-Qué más da, como si es de perro, está bueno. -Samuel y yo le miramos-. ¿Qué? Hace mucho que no comía comida recién preparada, estaba harto de las latas.-Seguíamos mirándole-. Lo siento, Pokito.-Dijo Dany mirando al perro.

-Han sido demasiado amables, me han dado ropa, me han curado la brecha de la frente, nos dan comida. ¿No os parece raro?-Pregunté a mis amigos.

-A mí me han vendado el brazo roto.-Dany levantó el brazo mostrándome su vendaje.

-Y no sabes lo mejor, su jefe es casi como un dios para ellos, dicen que es su salvador.-Explicó  Samuel levantando una ceja.

-Sí, parece un tío majo.

-¿Lo conoces?-Preguntamos a Dany.

-No, pero Ángela me ha contado la historia.

-¿Ángela? –Pregunté.

-Es la chica que me recibió al despertarme de lo del agua contaminada.-Comió un poco más de carne y continuó-. Por lo visto este es un antiguo refugio antibombas y el jefe lo habilitó como el refugio que es ahora, recogiendo a gente que lo necesitara y formando esta comunidad pacífica. Además el jefe no cree en el fin del mundo, piensa que solo es una mala racha y que únicamente los que estén viviendo pacíficamente en comunidades como esta, se salvaran. Y algún día todo volverá a ir bien porque habremos quedado  los mejores, los buenos.

-¿Tú te oyes? ¡Esto es una secta!

-No es una secta.-Nos miró Dany-.Bueno puede que un poco, pero hay comida, es seguro, que importa que sea una secta.

-Sí importa, tenemos que irnos de aquí, estos sitios nunca acaban bien.-Dije nerviosa.

-¡Yo no quiero irme! Además aquí hay chicas.-Respondió Dany.

-¿Y yo que soy entonces?

-Tú no cuentas, tu eres…

-Lo que quiere decir Dany.-Interrumpió Samuel, evitando que continuara la pelea-. Es que en este sitio se está bien y que podemos quedarnos un período hasta que repongamos fuerzas, siempre habrá tiempo de irse, ¿no crees María?

-Vale, pero en cuanto veamos algo raro nos vamos.

Nuestra conversación fue interrumpida por el ruido de las sillas al ser arrastradas por el suelo. Las personas de la sala se habían levantado. Por la puerta del comedor entró un hombre alto, bien parecido, acompañado por otros dos hombres armados y muy fornidos. Tratamos de levantarnos para no llamar la atención pero el hombre alto ya nos había visto.

-¿Vosotros debéis ser los nuevos?

-Si señor.-Dijo Dany.

-Bienvenidos, nos alegramos de que forméis parte de nuestra comunidad.-El hombre se dio cuenta de la presencia de Pokito y exclamó-. ¡Y veo que ahora tenemos un perro!

-Es mi perro, se llama Pokito.-Dije muy seria, no me fiaba nada de aquel hombre.

-Dirás nuestro perro, en esta comunidad todo es de todos.

-No estamos seguros de que nos vayamos a quedar mucho tiempo y perdone que le contradiga, pero el perro es mío.

Dany y Samuel me miraron con ojos asesinos. Se que mi contestación no había sido muy cordial pero Pokito era mi perro y además no me gustaba ni aquella comunidad, ni su jefe.

-Sois libres de iros, no retenemos a nadie, pero creo que no hay ningún lugar mejor que este. 

-Yo creo que…

Samuel me interrumpió.-Gracias señor, por su oferta, de momento nos quedaremos ¿si le parece bien?

El jefe de la comunidad me miró con recelo, después miró a su alrededor, todo el mundo en la sala le observaba esperando su respuesta, dio unos pasos para acercarse a nosotros y dijo:

-Podéis quedaros el tiempo que queráis, sois bien recibidos en nuestra comunidad.

El hombre alto junto con sus dos guardaespaldas se retiró a una mesa de la pared del fondo a comer. Nosotros continuamos hablando.

-¿Estás loca?-Susurró Dany- Para unas personas simpáticas que conocemos, tú vas y las ofendes ¿Quieres que nos vuelvan a encerrar en una celda para torturarnos como los locos de la base militar? Yo no pienso volver a comerme ninguna cucaracha esta vez.

-Tienes que tener más cuidado.-Me reprendió Samuel.

-Lleváis razón, quizás me he pasado un poco, os prometo portarme mejor, es que…

Pero volvimos a ser interrumpidos, esta vez por un grupo de gente que entraba por la puerta del comedor muy agitada.

-Sentimos molestarle señor.-Dijo un hombre bajito y muy delgado al jefe del refugio-.En el rastreo de hoy hemos tenido un problema.

El jefe se giró para mirar al hombre delgado y dijo:

-Dime cual es el problema.

 -¡Es mi hija señor, mi querida hija!-Gritó una mujer llorando desconsolada, arrodillándose y abrazando las piernas del jefe.

-Cálmate mujer y dime lo ocurrido.

-Ha desaparecido, se ha perdido durante el rastreo y no la han encontrado. ¡Mi querida hija!. Solo tiene doce años, señor. Por favor, ayúdela.

-Mañana que salga otro grupo de rastreo y que la busquen.-Y el hombre se giró para continuar comiendo.

-Pero señor, no iba bien abrigada y hay animales salvajes por esta zona, mañana puede ser tarde, por favor señor, haga algo hoy.-Imploró la mujer.

-Sabes que salir noche está prohibido. Está en nuestro reglamento, es una de las primeras normas. Mañana se buscará a tu hija.

-Perdóneme señor.-Interrumpió el hombre bajito-. ¿Y si salimos un grupo de rastreadores ahora y regresamos antes del anochecer?

El jefe se puso de pie y se colocó en el centro de la sala para dirigirse a todos los presentes.

-Salir ahora no está prohibido, es cierto, pero es muy peligroso. En estas horas del día es habitual encontrarse con maleantes, bandidos e incluso algún miembro de la base militar. Eso sin contar con los animales salvajes de la zona que salen a cazar.-Hizo una pausa para mirar a los ojos asustados de cada uno de los asistentes y continuó-. Si alguien está dispuesto a jugarse la vida y salir a buscar a la niña perdida que levante la mano, pero no es obligatorio y entenderé que nadie se ofrezca.

Solo levantó la mano el hombre delgado y la madre de la niña.

-Lo siento mujer, pero tú no puedes salir, eres lavandera, no rastreadora. No tienes conocimientos sobre el rastreo de la zona y solo serias una molestia. ¿Alguien más se ofrece?-Preguntó mirando al resto de la sala-. ¿Nadie?

La gente miraba hacia abajo avergonzada por no querer ayudar a una niña de doce años.

-Lo siento, la búsqueda será mañana. Aunque fuera uno de mis dos leales hombres, solo seríais dos.-Dijo el jefe al hombre bajito.

-Yo me ofrezco.-Dije en voz alta.

-Te agradecemos tu oferta pero no eres rastreadora.-Respondió el jefe dándome la espalda.

-Perdone que discrepe, pero sí que lo soy. Mis amigos y yo venimos desde muy lejos, nunca nos hemos perdido y también hemos sabido salir con vida de varios problemillas con los que nos hemos cruzado.

-Ya, puede que si sepáis rastrear pero incluso con uno de mis hombres.-Dijo el jefe señalando a sus guardaespaldas.-Seriáis solo tres.

-Yo también me ofrezco.-Gritó Samuel.

La gente de la sala empezó a murmurar asombrada y el jefe del refugio tuvo que mandar callar.

-Los nuevos sois gente valiente, eso me agrada. ¿Algún ofrecimiento más?-Preguntó mirando a Dany.

La sala entera miró a Dany expectante. 

-Ah! Yo es que estoy herido.-Dijo levantando el brazo vendado-. Si no, me hubiera ofrecido el primero.

-Ya veo.-El jefe se giró y comenzó a pasear por la sala pensativo-.Entonces serían Nicolás, mi hombre de confianza, John y los dos nuevos miembros de la comunidad. Cuatro personas para encontrar a una niña en tan solo dos horas. Creo que será imposible pero si estáis seguros de que queréis ir, por mí no hay ninguna objeción.

-Seremos cinco.-Interrumpí al tal jefe-. Mi perro, quiero decir, nuestro perro también vendrá y creo que es el miembro que mejor sabe rastrear de todos.

-Está bien, salir ya y en dos horas volver, aunque no deis con la niña. Es una orden.-Dijo el jefe muy molesto.

Partimos los cinco de inmediato. Subimos por unas escaleras muy pronunciadas hasta llegar a la puerta exterior del refugio. Era una puerta oculta en una vieja librería de una casa en ruinas, de la que solo quedaban en pie algunas paredes. Al salir al exterior de la casa vimos el pueblo o lo que quedaba de él. Una maraña de paredes rotas y escombros nos rodeaban por doquier. El aspecto del pueblo era bastante parecido al de la base militar. Cogí una camiseta blanca que la madre de la niña me había dado momentos antes de salir del refugio y se la dejé a Pokito para que la oliera. El perro olfateó la prenda un par de minutos y comenzó a andar en dirección al bosque. Le seguimos esperanzados de que mi fiel perro me ayudara una vez más. Pokito caminó sin pausa pero sin prisa siguiendo el rastro de la niña por la espesura del bosque, hasta llegar a un claro en el que había un viejo sofá con restos de basura y en el cual comenzó a andar aún más deprisa. Yo le seguí de cerca, acelerando mi paso hasta llegar a correr, dejando a los demás miembros del grupo atrás. En pocos minutos Pokito dio con un hoyo grande y sin pensarlo, se deslizó por él hasta llegar a una asustada y helada niña.

-No te asustes, hemos venido a llevarte con tu mamá.-Dije bajando por el hoyo.

-No vi el agujero y me caí por él.-Me respondió la niña mientras me acercaba a ella.

-¿Te duele algo?

-El tobillo, me he torcido el tobillo y no me puedo levantar.

-No te preocupes, en cuanto llegue el resto del grupo te sacaremos de…

El gruñido de mi perro me alertó, Pokito no se ponía así si no era por un buen motivo, así que giré la cabeza para mirar hacia él. Un lobo nos acechaba desde lo alto del hoyo. El animal comenzó a bajar lentamente hasta ponerse a nuestra altura. Yo miré a mí alrededor, el grupo ya tenía que estar allí. ¿Y si nos habíamos separado demasiado y ahora no nos encontraban?

-¡Fuera!-Grité al animal, lanzándole piedras para ahuyentarlo. No lo logré.

El animal se acercó más a nosotros, esta vez enseñando sus afilados dientes. Pokito avanzó para tratar de hacerle frente, enseñando sus pequeños pero afilados colmillos. Me puse en pie y continué arrojándole palos y piedras, pero el animal tenía hambre y no se iba a marchar de allí sin devorarnos, empezando por mi fiel Pokito, que solo era una tercera parte del tamaño del lobo. Pokito echó a correr, estaba decidido, iba a tratar de hacer frente al animal que quería hacer daño a su dueña, aunque eso le costara la vida. Yo le llamé desesperada, no quería perder a mi mejor amigo, pero Pokito no paró. Continuó corriendo para luchar con el enorme lobo.

¡Pokito!-Grité.

Un ruido ensordecedor hizo que los pájaros de los arboles echaran a volar asustados, levantando ruido y tirando hojas a mi alrededor. Después, el silencio se apoderó del bosque. Un charco de sangre se divisaba al frente y en él, yacía el cuerpo sin vida del lobo. Un certero disparo le había derribado en el último momento, evitando que Pokito fuera herido por el rabioso animal. Miré conmocionada hacia arriba y allí, John el fornido guardaespaldas del jefe, sujetaba un rifle, acompañado de Nicolás y Samuel.

Regresamos a casa a la hora indicada. Fuimos recibidos como héroes y Pokito fue acariciado por todos y premiado con un suculento plato de comida. A pesar del peligro que habíamos vuelto a correr, estábamos satisfechos, una niña volvía a sonreír junto a su madre.

-¿Por qué os ofrecisteis a la búsqueda si era peligroso?-Nos preguntó Dany durante la cena.

-No lo sé.-Respondí a Dany-.Me dio pena la madre.

-¿Y tú Samu?

-Yo solo seguí a María.-Respondió Samuel levantando los hombros.

-Estáis los dos locos, como…

Un temblor agitó las mesas, los platos y los vasos de cristal se precipitaron al suelo. Nos refugiamos bajo las mesas de madera, asustados, parecía que el techo y las paredes del refugio se iban a desplomar en cualquier momento. Algunos comenzaron a gritar, otros corrían tratando de huir. El fornido guardaespaldas que acompañaba al jefe en la cena se abalanzó sobre él, protegiéndole con su cuerpo. Tras cinco interminables minutos el temblor paró. La gente volvió a tranquilizarse y salió de debajo de las mesas sacudiéndose la comida de la ropa. Un hombre entró con prisa a la sala, era el otro guardaespaldas que había estado haciendo su guardia en la puerta exterior del refugio. Se acercó al jefe y dijo:

-Ha vuelto a pasar, señor.

3 comentarios:

  1. Uff, que emocionante esta la historia. Estoy deseando leer el siguiente.

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  2. ya pensé que el pobre perro terminaba igual que el hermano de samuel, menos mal!

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  3. Gracias por leer Diario del Futuro y dar vuestras opiniones.

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