viernes, 14 de septiembre de 2012

Día 23




No quería levantarme, no quería comenzar otro nuevo día, ya no tenía fuerzas. Un nudo molesto y doloroso se arremolinaba en mi estomago. Los brazos y las piernas pesaban demasiado al igual que la gran carga que soportaba sobre mis hombros. Apenas había dormido, mi cabeza daba vueltas una y otra vez, necesitaba pensar en algo, necesitaba que mis compañeros volvieran a confiar en mí pero aquello era imposible. La noche anterior había hablado con el capitán Bradley, con Jared, con cada uno de los miembros de mi grupo, con Oleg, con los compañeros de Oleg e incluso con Nikolay, un hombre flacucho, bajito de rostro enjuto que se dedicaba a la tan importante labor de fregar los suelos de los laboratorios, y nadie me había creído. Puede que algunos estuvieran de acuerdo conmigo en lo de que Ramírez no era trigo limpio pero en lo referente a que unos zombis desarmados y sin apenas recursos quisieran o pudieran atacar un recinto de alta seguridad con la única fuerza de sus uñas era otro tema.

Aun recordaba las sonoras carcajadas de Oleg ante mi descabellada idea de que su fabuloso campamento pudiera estar en peligro. Las miradas de incredulidad de los que un día fueron mis amigos. Estaba cansada de luchar pero tenía que levantarme, hoy Dany me necesitaba más que nunca. Hoy le interrogaban.

El interrogatorio se produciría en las celdas exteriores de la parte norte del campamento. Unas instalaciones muy complejas con una serie de mecanismos que permitían la comunicación entre celdas e incluso transformar varias en una sola de mayores dimensiones. Me recordaban a esas jaulas para cría de pequeñas aves con una bandeja central que impedía por un tiempo el contacto físico pero no visual entre macho y hembra para después retirando la bandeja, juntarles provocando el efecto deseado, la cría. Pero algo me decía que no era ese el objetivo de aquellas inmensas celdas.

Varios hombres, entre ellos Oleg, el capitán y Jared observaban con detenimiento uno de los habitáculos cerrados. Un enorme Jaguar amarillo pálido de fuertes patas caminaba inquieto en su jaula. Sus ojos intensos como el oro inspeccionaban cada barrote, cada rendija que le separaban de su deseada libertad. Su rostro era duro, fiero, temible pero más lo era la sangre seca que manchaba su brillante pelaje indicando que aquel magnifico animal estaba infectado.

Tres hombres custodiaban a un tembloroso Dany maniatado de pies y manos. Oleg hizo una pequeña señal con la mano y los soldados le introdujeron a empujones en la celda contigua al feroz animal, habiéndole antes librado de sus ligaduras. El animal no tardó ni un segundo en intentar derribar los gruesos barrotes que le separaban de su presa mientras Dany gritando se apretujaba contra los de la pared más opuesta.

-¿Qué es esto? –Pregunté ofendida a Oleg-. Me garantizó que al no haber pruebas rotundas sobre si estaba enfermo o no, le trataría de una forma especial.

-¿Y no te parece esto especial?-Me respondió sonriente.

-Ese animal es muy peligroso, es imposible de controlar debido a su naturaleza salvaje y además si no me equivoco esta infectado lo cual le hace aun más inestable.

-María no se te escapa una.-Me volvió a sonreír-. Es un animal infectado, como casi todos los animales de este planeta, pero tranquila Dany estará seguro siempre y cuando yo no de la orden de retirar el muro que les separa. Y para que eso no ocurra solo tiene que confesar.

-¿Confesar?-Gritó Dany-. No sé que tengo que confesar.

-Que estas infectado.-Respondió Oleg.

-Pero no lo se.

-¿No lo sabes o no lo quieres confesar?

-N, no, noo-.Titubeo-. Quiero decir si, si quiero confesar, pero no creo estar enfermo.

-¿No lo crees?

-¡Si,  no lo creo!-Gritó nervioso-. No tengo ningunas ganas de comerme a nadie, lo juro.

Oleg hizo un gesto y uno de los hombres que había custodiado a Dany comenzó a girar las ruedas que accionaban el mecanismo de apertura entre las celdas.

-¡!!Nooo!!! No quiero morir.

-Confiesa.-Dijo Oleg.

-Me comerá. Ayúdame María.

-Lo siento Dany pero esta vez no puedo hacer nada.

-Si que puedes, siempre has podido y yo sigo confiando en ti.-Me respondió llorando.

Oleg me miró muy serio y yo a él. Sus ojos se apretaron y su rostro se oscureció. Lo sabía, ya me conocía bastante y sabía de lo que era capaz, pero fui más rápida y antes de que pudiera dar alguna orden a sus hombres yo ya había echado a correr con una piedra en la mano. Solo tuve que golpear en la cabeza al soldado que custodiaba la puerta y entrar por ella para asombro de todos.

-Si matas a mi amigo también me mataras a mí y nunca sabrás el paradero de la tarjeta electrónica.

-¿Te refieres a esta?- Respondió Oleg enseñándome la tarjeta electrónica.

-¿Cómo puede ser posible?

-Jared fue muy amable revelándome el secreto y yo a cambio también seré muy amable con él.-Oleg se acercó a la celda-. Así que si quieres morir no seré yo quien te lo impida.

-¡Traidor!-Y le escupí en la cara.

-Traigan al otro.-Ordenó Oleg mientras se limpiaba el rostro.

Varios hombres trajeron a Ramírez y tras quitarle las ligaduras de sus manos le encerraron en una celda opuesta a la nuestra y contigua al animalito. Éramos un sándwich, nosotros el pan y la fiera lo de dentro.

-Si también quieres morir con tu amigo te facilitaré la entrada.-Dijo Oleg a un furioso capitán Bradley.

Pero cuando creí que aquel terrible día por fin llegaba a su fin, algo inesperado lo cambio. Es sorprendente como todo puede cambiar en cuestión de segundos, como el destino, la suerte o quizás  Dios nos ayuda en el momento más inesperado. Si aquella mañana no me hubiera levantado y me hubiera rendido, jamás podría haber visto con mis propios ojos la mirada inquieta de Ramírez mientras agachado en su pequeña celda trataba de pasar inadvertido el hecho de que el hambriento animal infectado, no tuviera ningún interés en él  a pesar de encontrarse más próximo a él que nosotros.



-¡Ramírez!- Grité para el asombro de todos-. ¿Por qué el Jaguar no quiere comerte?       
 


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