Estábamos en medio de la nada cuando empezaron a caer las
primeras gotas de lluvia. El cielo estaba de un color gris oscuro y el viento
agitaba las hojas y las partículas de arena y polvo, arremolinando nuestra
angustia en forma de pequeños e incomodos obstáculos móviles.
Caminábamos deprisa por aquella explanada de rocas y
pequeños arbustos de no más de un metro de altura, sabíamos que en aquel paraje
seríamos blanco fácil ante un posible ataque de nuestros enemigos y la llegada
de una tremenda tormenta nos impulsaba a desplazarnos aún más rápido.
-¿Alguien sabe dónde estamos?
Ante la pregunta de Dany todos nos giramos al unísono en
espera de la respuesta del capitán, si alguien podía saberlo era él.
-Si seguimos caminando en esta dirección daremos con nuestra
nave.-Respondió muy serio después de sentirse interrogado por nuestras miradas
inquietas.
-¿Entonces no nos hemos perdido? ¿Yo juraría que nunca hemos
ido por esta zona del planeta? –Volvió a preguntar Dany.
-Es cierto que nunca habíamos explorado esta zona, pero
recuerda que estás hablando con un capitán y un capitán nunca debe
perderse.-Respondió molesto.
-Bradley a veces me da miedo.- Me susurró Dany al oído.
-¡Mierda!- Exclamó uno de los hombres.- Esta lluvia es un asco,
parece barro.
En pocos minutos nos encontrábamos totalmente empapados de
aquella lluvia rojiza de arcilla, calados hasta los huesos, con los rostros
manchados de barro y goteando aquella dantesca arcilla roja. El suelo engullía
nuestros pies como si de arenas movedizas se tratara, hundiéndose varios centímetros
a cada pisada, dejando un rastro de surcos profundos a nuestro paso. Los relámpagos
iluminaban el cielo y los ensordecedores truenos rompían nuestros tímpanos. El
viento agitaba las nubes del cielo y enfriaba nuestros mojados cuerpos.
Alguien mascullaba ciertos improperios cuando un ladrido de
Pokito nos inquietó a todos. Al girarnos pudimos comprobar que todas nuestras
peores pesadillas se cumplían. Unos cien infectados en diferentes estados de la
infección nos habían localizado y se aproximaban a nosotros.
-¡Corred! ¡Son demasiados para nosotros!-Gritó Bradley.
-¿Hacia dónde?- preguntamos mirando la descubierta
explanada.
-¡Corred! No hay tiempo.- Volvió a gritar Bradley mientras
desenfundaba su arma y disparaba a nuestros perseguidores.
-¡Corred!- Gritó alguien.
Nuestro pulso se aceleró con el esfuerzo, la lluvia y el
suelo embarrado dificultaba nuestra angustiosa carrera. De pronto, Dany tropezó
y se precipitó al suelo, hundiendo su rostro en el suelo mojado. Corrí para
ayudarle, se había atascado con algo y vomitaba arcilla por la boca.
-¡Dany!- Grité nerviosa, nos habíamos quedado atrás del grupo-.
¡Corre Dany! -. Le dije mientras desencajaba su pie derecho de la vía metálica.
-Vamos María, ya estoy libre, corramos.- Me dijo al ver que permanecía
en el suelo arañando en el barro.
-¡Un momento!- Le ordené-. Esto son unas vías de tren.
-¿De tren? Eso es imposible, a no ser que…
Le miré a los ojos, las gotas de arcilla surcaban su rostro. Terminé su frase-. A no ser que nosotros no seamos los únicos seres inteligentes
de este planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario