Su rostro salpicado de sangre se iluminaba con la tenue luz
de la sala. Su respiración entrecortada hacia temblar su cuerpo con cada nueva
bocanada. Sus heridas sucias y rojizas junto con su aspecto desaliñado y una
mirada entre la locura y el pánico le otorgaban un aspecto demacrado y débil, opuesto al de un
hombre firme y seguro de si mismo que horas antes había encerrado a un puñado
de hombres a la más terrible de sus surtes. Ahora ante esos mismos hombres
suplicaba ayuda y perdón, un perdón que no valía nada.
-¿Ayuda? Como te atreves a pedirnos ayuda después de lo que
has hecho.-Exclamó Bradley.
-Cometí un error, un terrible error, nunca debí encerraros aquí. Ahora lo se. Perdonadme. Sois los únicos que podéis salvarnos
de los infectados, sois mi única esperanza.-Lloriqueó Oleg-. María, llevabas
razón, tu sabías que nos atacarían, tu lo sabías y yo no te escuche. Por favor
dile a los tuyos que nos ayuden.
-No.-Respondí secamente-. Rompiste nuestro trato y me
robaste la tarjeta electrónica. No te ayudaremos.
-Pero, ¿por qué? Todo
puede ser como antes, se como poner en marcha las naves y tengo aquí mismo la
tarjeta. ¡Mírala, mírala!-Dijo sacando la tarjeta electrónica de su bolsillo
derecho y poniéndola justo enfrente de mi cara.
-Aunque quisiéramos ayudar no tenemos armas.-Dijo el
capitán.
-Eso no es problema, se donde hay armas, muchas armas. Jared
ha ido a mi despacho a por las llaves del cuarto de emergencias, en cuanto
regrese os conduciremos a él.
-¿Cuantos son los infectados?-Preguntó alguien del grupo.
-Nos atacaron unos veinte hombres armados, tras romper el
alambrado de seguridad y entrar en el campamento les siguieron unos cincuenta
infectados más, estos no llevan armas pero son más feroces, salvajes.-Oleg
titubeó-. Son como zombis, su mejor arma es la fuerza bruta y van matando y
devorando a cualquiera que no esté infectado.
-Unos setenta hombres y solo veinte armados. Puede que
podamos hacer algo.-Respondió el capitán.
-Bueno, esos son los que entraron…
-¿No entiendo? –Dijo el capitán confuso.
-Mientras los zombis atacaban el campamento los hombres
armados se dedicaron a liberar a nuestros infectados.
-¿A todos? Pregunté muy seria, dirigiendo una mirada de
complicidad al capitán.
-Si a todos, incluido vuestro amigo Ramírez.
Un silencio incomodo se apoderó de la sala.
-Esta bien,
lucharemos. Pero no te estamos ayudando a ti, nos estamos ayudando a nosotros
mismos.- Oleg asintió satisfecho.
En ese momento un Jared repleto de manchas y con la camisa
desgarrada hizo acto de presencia por el umbral de la puerta.
-Tengo las llaves.
Llena de desprecio y decepción le miré a los ojos pero no le
dije nada, mi orgullo me lo impidió.
-Os llevaremos a las armas.-Dijo Oleg apresuradamente pero
cunado echó a andar yo se lo impedí agarrándole el brazo.
-¿Y después?
Me miró confundido.
-Cuándo tengamos las armas ¿Qué haremos? ¿Cuál es el plan?
-¿Matarlos?- Respondió Oleg
-Lleva razón María, son demasiados. No podremos con
todos, solo podremos huir a algún sitio.-explicó Bradley.
-Tenemos que pensar en un plan. –Afirmé.
-Las naves. ¡Tenemos las naves para escapar! Solo hay que
llegar a una de ellas y seremos libres.- Sonrió Oleg.
-¿Están muy lejos?
-Construimos el campamento alrededor de ellas, en la zona
norte del mismo, cuando recojamos las armas solo hay que continuar andando
hacia el bosque profundo, hacia la aldea libre.
-Yo la conozco.-Dije en voz alta-. Estuve cuando solo yo
tenía permiso de libre acceso por el campamento. Está un poco lejos pero hay
muchos árboles y casas en las que refugiarnos de los infectados. Puede que lo
logremos.
El capitán asintió.-Preparémonos para salir.
-Un momento.-Interrumpí al grupo-. ¿Y el combustible? ¿La
nave en la que nos marchemos necesitará combustible para el viaje?
-Las naves ya tienen combustible.
-¿Las preparasteis antes del ataque? -Pregunté sorprendida.
-No. Ya tenían combustible.
-No lo entiendo.-Dije mirando a mis compañeros que por sus
caras tampoco parecían entender las palabras de Oleg.
-Todas las naves antes de salir de la Tierra se las
abastecía con suficiente combustible para dos viajes, como solo hemos hecho uno
tenemos para realizar otro.-Explicó Oleg.
-¿Dos viajes? ¿Por qué se prepararon todas las naves para
dos viajes si el objetivo era huir de la tierra a otro nuevo planeta?
-Eso jamás me lo explicaron, solo los pilotos de mayor rango
lo sabían.-Indicó Oleg mientras se limpiaba la frente llena de sudor-. Quizás
el doble tanque de combustible fuera una medida de emergencia para ir a otro
destino con ayuda de la tarjeta electrónica.
Tal vez Oleg llevará razón pero algo dentro de mi, mientras mis
dedos inquietos acariciaban el llavero con la cuenta atrás en el interior de mi
bolsillo, me decía que aquel no era el motivo. ¿Cuantos secretos se llevó a la
tumba Michael Müller el piloto e ingeniero jefe de la nave A-3?
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